Los muertos no caminan y otros cuentos by Rodríguez Soto Marc

Los muertos no caminan y otros cuentos by Rodríguez Soto Marc

autor:Rodríguez Soto, Marc [Rodríguez Soto, Marc]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2009-12-12T21:18:35+00:00


66

mostrador, Modesto y el tendero. Veamos qué ocurre.Casi es posible leer sus labios. "Cuarto y mitad". "¿De cuál?". "De aquél", señala Modesto con el bastón. El tendero envuelve el paquete. "¿Algo más?". "No, así está bien. ¿Qué se debe?" ¡Atento! Atento ahora. Mira: el tendero murmura una cantidad. El viejo lo mira con intensidad. ¿Lo ves? ¡Ahora viene!

Fíjate, fíjate bien.

Modesto mueve los labios y una sonrisa aflora a ellos: "en pesetas, chaval; no me marees con los euros, que todavía falta un mes". El tendero dice algo mientras teclea en una calculadora pequeña. ¿Te das cuenta? Modesto agacha la cabeza y clava su mirada gris y blanca en los ojos del "chaval".

Fíjate cómo Modesto levanta la mirada y los ojos del tendero la siguen. Esta atrapado, como el pajarillo ante la serpiente. La sonrisa de Modesto es ahora seductora y desvalida, pero también rebosa dureza, una fortaleza que se diría imposible en un anciano, la fuerza de los años, honda como las raíces de un roble viejo.

Atiende; presta atención; lee sus labios:

"Repíteme las cantidades, chico: en euros, y en pesetas.

Las manos sobre el mostrador. Y mírame a los ojos. Repíteme los precios".

Fíjate en ese estremecimiento en la nuca del tendero, y cuán lentamente alza las manos hasta el mostrador. Es una tontería, por supuesto: Modesto no espera que tenga "cruzados los dedos", pero contribuye a crear ese aura de intranquilidad y de desconfianza en uno mismo capaz de minar la voluntad de cualquiera. Ahora se nota cómo habla, ¿lo ves? La sonrisa se hace más ancha en el rostro del anciano, es una sonrisa de triunfo, pero a la vez es una sonrisa cansada. Mil victorias pasadas restan mérito a la presente.

Ahora saca el monedero y paga. La mirada sigue clavada en el tendero mientras éste le da el cambio con nerviosismo. Se diría que está a punto de echarse a temblar. Bien, ahí tienes a uno que no intentará jamás timar a Modesto. Pero ahora… vámonos, ¡corre! Que no nos vea el viejo aquí.

Cruza conmigo otra vez, y vamos de nuevo bajo los árboles de la plaza. Es un día caluroso, ¿eh? Y eso que todavía falta para la primavera.

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