Los mejores cuentos de Misterio by Edgar Allan Poe

Los mejores cuentos de Misterio by Edgar Allan Poe

autor:Edgar Allan Poe
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788417782641
editor: Mestas Ediciones
publicado: 2019-12-17T00:00:00+00:00


LA DESAPARICIÓN DE

HONORÉ SUBRAC

Guillaume Apollinaire

(1880 — 1918)

LA DESAPARICIÓN DE HONORÉ SUBRAC

A pesar de sus meticulosas investigaciones, la policía no ha llegado a averiguar aún el misterio sobre la desaparición de Honoré Subrac.

Había sido mi amigo, y como yo conocía toda la verdad acerca de lo sucedido, me sentí en la obligación de informar a la justicia sobre lo que había ocurrido. El juez ante el cual presté declaración, después de haber escuchado mi historia, utilizó conmigo un tono de cordialidad tan disparatado que no tuve la menor duda de que me tomaba por un loco. Se lo comenté, y él se mostró entonces todavía más amable. Después, levantándose de la silla, me llevó hasta la puerta, y pude observar que su escribano se encontraba de pie, con los puños apretados, listo para saltar sobre mí si me daba algún ataque de ira.

No insistí más. En efecto, el caso de Honoré Subrac era tan raro, que la verdad parecía algo increíble. Por las noticias aparecidas en los periódicos, se conocía que Subrac tenía fama de ser un individuo muy original. Únicamente vestía con una túnica y se calzaba solo con pantuflas, tanto en invierno como en verano. Era un hombre muy acaudalado, y como su forma de vestir me sorprendía, decidí preguntarle un día cuál era el motivo.

—Es para poder desvestirme con mayor rapidez en un caso de necesidad —me respondió—. Además, es fácil acostumbrarse a salir con poca ropa y se puede prescindir muy bien de la ropa interior, las medias y el sombrero. Vivo así desde los veinticinco años y nunca sufrí enfermedad alguna.

Esto, en vez de aclararme las cosas, agudizó mi curiosidad y me dije:

—¿Por qué Honoré Subrac tendrá la necesidad de desvestirse con tanta rápidez?

E imaginé toda clase de posibilidades…

•••

Cierta noche, volviendo a casa —debía ser sobre la una y cuarto—, oí cómo pronunciaban mi nombre en voz baja. Me pareció que aquella voz salía de la pared que había rozado. Me detuve, sorprendido, con desagrado.

—¿No hay nadie en la calle? Soy yo, Honoré Subrac.

—Pero ¿dónde está usted?, —contesté mirando por todas partes sin conseguir tener una idea del lugar donde mi amigo estaba escondido.

Descubrí entonces su famosa túnica abandonada en la vereda y al lado sus no menos famosas pantuflas.

«He aquí uno de esos casos —pensé—, en que Honoré Subrac se ha visto obligado a desvestirse en un santiamén. Al fin voy a conocer un bonito misterio».

Y le dije en voz alta:

—La calle está toda desierta, querido amigo; puede aparecer usted.

Rápidamente, Honoré Subrac se desprendió de la pared, por así decirlo, en la que hasta entonces estaba y yo no había podido notar su presencia. Estaba desnudo totalmente y, antes de nada, cogió su túnica, se la puso y se la abotonó lo más rápido que fue capaz. A continuación se calzó las pantuflas y me habló abiertamente mientras me acompañaba hasta mi casa.

•••

—¡Usted está sorprendido! —me dijo—, pero ahora podrá comprender la razón por la cual me visto de manera tan extravagante. Sin embargo, no entiende cómo pude escapar totalmente a sus miradas.



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