Los libros arden mal by Manuel Rivas

Los libros arden mal by Manuel Rivas

autor:Manuel Rivas [Rivas, Manuel]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


Lo prohibido

Había un personaje secreto dentro de Sulfe. Lo que se sabía de él es que era un solitario. Célibe, más bien, decía su padre. Desposado con los libros. No con cualquier libro. Su divisa era: «Posar en los clásicos». Gabriel se la había escuchado a su padre de vez en cuando, siempre dicha con solemnidad. Pero ahora sabía que procedía de Alfonso Sulfe, y que era a él a quien le resultaba apropiada.

No tengo nada a mano, Gabriel, pero te voy a obsequiar con una palabra para tu Gabinete de Curiosidades. Toma nota. Muy bien. ¿Preparado? La palabra es colofón. Un ejemplo: «Al libro le faltaba el colofón». En este caso se refiere a la nota final, y ése es también su significado general. Colofón es el remate de algo. Pero lo curioso es de dónde procede. Tiene que ver con la vida de un adivino griego llamado Calcas. Un personaje importante en la historia bélica, es decir, en la historia. Fue quien inventó la mayor argucia que se conoce, la del caballo de Troya. Pero él también cargaba con una tremenda profecía. Que moriría cuando se cruzase con un adivino más portentoso. Y eso fue lo que le pasó justo en un lugar llamado Colofón.

¿Qué había adivinado el otro?

No se sabe.

Gabriel pensó que esa historia era interesante para escribir una postal desde el Sanatorium de Durtol.

¿Te gusta leer? Eso es lo mejor que te puede pasar en la vida. Escribir tiene otras implicaciones. Otra palabra, mi preferida. Escrúpulo. De scrupulus. Era el nombre que se le daba a una piedrecilla puntiaguda. Podía hacer las veces de cambio en los trueques. Pero después vino el significado que tú conoces. Más que saber lo que es, el escrúpulo se siente, ¿a que sí? Scrupulum injeci homini. He puesto al hombre sobre aviso. Es curioso. Sigue siendo una piedrecilla con aguijón. Lo que pasa es que ahora está dentro del cuerpo. ¿Cuál es la tuya? Una que te guste. Rápido. Ya.

Gabriel dudó por un instante si decir su palabra. Pero el hombre parecía cordial y, por otra parte, decirla le producía el gozo de quien le gasta una broma a un sabio.

Acetilsalicílico, señor.

No está mal.

De vez en cuando, el juez Samos se refería a Alfonso Sulfe como uno de los hombres más talentosos del país. Una lástima que se encerrase tanto en su cubil. Se veía que gozaba con sus expediciones etimológicas. Cuéntenos, Sulfe, el origen de la palabra chaqueta. Ofrecía entonces la sabiduría del amigo como una atracción en el círculo de la Cripta. Alfonso Sulfe se ruborizaba al principio, pero después se dejaba llevar a unos minutos de gloria.

Podríamos decir que la palabra chaqueta procede del Camino de Santiago. En Francia, Saint-Jacques. Ése es el huevo de la palabra. Jacques. Eran tantos los campesinos así llamados que se convirtió en genérico de paisano y denominaba también la prenda que vestían. Pues bien…

¿Sabía eso, don Munio?

No. Otro milagro del Apóstol.

Por lo demás, Alfonso Sulfe apenas intervenía en la charla cuando



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