Los lanzallamas by Roberto Arlt

Los lanzallamas by Roberto Arlt

autor:Roberto Arlt [Arlt, Roberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1931-01-01T05:00:00+00:00


SE BENDEN HUEBOS Y GAYINAS DE RAZA

El Astrólogo, sin llamar, entró. Bajo la galería, a la luz de una lámpara eléctrica, dos hombres jugaban a los naipes. Uno era delgado, pálido, pomuloso, de pelo crespo y ojos negros. El otro, grueso, de barbilla reluciente, ojos verdosos y cabello rubio, vestía un traje azul de mecánico. Los desconocidos clavaron los ojos en Erdosain, y éste, sin saber por qué, se sintió cohibido. En el fondo del patio una mujer joven con una criatura en el brazo, detenida en el marco de una puerta, lo examinó también.

Erdosain se sintió molesto por la persistencia de las miradas, y el Astrólogo dijo:

—Este es uno de los «nuestros», que recién empieza… Erdosain.

Los dos hombres le estrecharon la mano, y la mujer con el chiquillo en brazos arrimó una silla de estera de paja. El hombre flaco entró al cuarto saliendo con otra silla, y los cuatro hombres formaron círculo en torno de la mesa.[56]

—¿Quieren que cebe mate? —dijo la mujer.

El hombre de la barbilla reluciente y ojos verdosos miró cariñosamente a la mujer y dijo:

—Bueno, pero dame el nene.

Lo sentó en su falda, y ella se dirigió a la cocina. El hombre flaco sacó del bolsillo un paquete de billetes, y dijo:

—Sírvase, están contados. Son diez mil pesos justos.

El Astrólogo, sin contarlos, se los pasó a Erdosain y dijo:

—Guárdelos —y dirigiéndose al hombre flaco preguntó—. ¿Han impreso los volantes?

El hombre rubio, que mecía a la criatura en sus brazos, contestó:

—Ya se mandaron.

El Astrólogo continuó:

—Hay que preparar más. He recibido esta carta de Asunción.

—¿De Paraguay?

—Sí.

El hombre del traje de mecánico leyó la carta, luego la entregó a su socio; éste se inclinó sobre la mesa, la leyó atentamente y, devolviéndosela al Astrólogo, dijo:

—Era de esperar. ¿Y usted continúa con su idea?

—Sí.

—Es absurda…

—Más absurdo es falsificar dinero.

Los dos hombres lo miraron a Erdosain.

—¿Usted se prestaría para hacer circular billetes falsos?

Sorprendido, examinó Erdosain al hombre de traje azul. Reflexionó un instante, y mirando la juntura de los ladrillos del suelo contestó:

—No.

—¿Por qué?

—Simplemente… porque me parece absurdo hacer circular moneda falsa.

—No es una razón…

—Sí que lo es. Tanto lo encarcelan a uno por limpiar las cajas de un banco como por falsificar moneda. Entre que me detengan por andar con papel impreso, prefiero que sea por haber substraído legítimo…

—¿Qué quiere hacer usted por el momento?

—Nada…

—¿Usted sabe que nosotros estamos…?

—No me diga nada. Yo no quiero saber lo que ustedes hacen ni dejan de hacer. Si tienen que conversar cosas reservadas, me retiro…

—¿Y el trabajo de imprenta no le interesaría aprenderlo?

—¿Para?

—Para colaborar en la preparación de la Revolución Social… Nosotros necesitamos hombres que lleven la revolución a todas partes. Unos lo hacen con la acción descubierta y franca, para lo cual usted no sirve; otros, subterráneamente, astutamente. Hay que hacer manifiestos para los trabajadores del campo. Repartirlos subrepticiamente. Si usted aprendiera el trabajo de imprenta podría hacerse cargo de una imprenta rural. Una imprenta clandestina, se entiende. ¿Quiere pasar a ver la nuestra?

—Sí, eso me interesa.

—Venga.

Erdosain lo siguió al hombre flaco.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.