Los ladrones somos gente honrada by Enrique Jardiel Poncela

Los ladrones somos gente honrada by Enrique Jardiel Poncela

autor:Enrique Jardiel Poncela [Jardiel Poncela, Enrique]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1941-04-25T05:00:00+00:00


TELÓN

ACTO SEGUNDO

La misma decoración del acto anterior. Ha transcurrido una hora. El reloj de caja del foro aparece parado en la una y media.

Al levantarse el telón, en escena Herminia, Germana, Felipe, el Tío, el Castelar, el Pelirrojo, Daniel, Adelcisa, Eulalia, Antón, Monchita, Larda, Muguruza, Ríos, Delfina, Lucía y Marifé. A los primeros ya los conocemos. De los desconocidos hasta ahora, Monchita, que es una señora de cuarenta años muy corridos, pertenece a esa clase de mujeres que han perdido la memoria respecto al paso de los años, y vive, se viste, acciona y actúa como si tuviese quince o dieciséis. Marifé, su hija, es una chica bastante mona y bastante sosa, que no tiene otra cosa de particular que el hallarse en relaciones formales con su novio. Este novio es Muguruza, un pollo que, a su vez, no tiene de saliente sino el ser novio de Marifé. Laredo es un caballero de unos cincuenta años, con cara de aburrido, lo que se explica uno en el acto, al saber que es padre de Marifé, futuro suegro de Muguruza y marido de Monchita. Ríos es un hombre de unos treinta años, de buen aspecto; y Lucía y Delfina, dos guapas muchachas de veinte a veinticinco años. La disposición de los personajes al comenzar el acto es la siguiente: Adelcisa está sentada al piano, tocando. Monchita de pie, al lado del piano, con un papel de música en la mano, se halla en pleno concierto de canto. Los demás escuchan formando grupos, menos Marifé y Muguruza, que, en el diván de la izquierda, ajenos a todo y con las manos cogidas, se miran a los ojos embelesados. El Pelirrojo se halla de pie, junto al piano, pasándole a Adelcisa hojas de la particella. En la derecha, sentados, Laredo y Felipe, y entre ellos, también sentados, el Tío al lado de Laredo, y el Castelar junto a Felipe. El Tío y Castelar son los únicos que han cambiado de indumento, pues van vestidos de etiqueta, con ropas que denuncian claramente que el difunto era mayor; ambos se sacuden con frecuencia grandes latigazos de coñac y se están fumando unos puros imponentes, con sortija y todo. En la izquierda, también formando grupo, sentadas en los sillones, aparecen Germana, Herminia, Lucía y Delfina. Sentados en el foro centro se hallan Daniel y Ríos. Antón está de pie, en una actitud respetuosa, ante la puerta del segundo derecha. Y, finalmente, junto a Antón, se ve a Eulalia, tristísima, con un pañuelo en la mano.



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