Los Cronolitos by Wilson Robert Charles

Los Cronolitos by Wilson Robert Charles

autor:Wilson, Robert Charles [Wilson, Robert Charles]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788484216513
editor: La Factoría de Ideas
publicado: 2002-09-30T16:00:00+00:00


Catorce

En algún momento de aquella semana (antes de que llegara Hitch y de que los acontecimientos empezaran a escapar de mi control), Ashiee me preguntó durante una conversación telefónica: "¿Conoces el cuento de Charles Dickens, Un cuento de Navidad?"

- Sí, ¿por qué?

- Estaba pensando en Kuin, los Cronolitos y todo eso. Cuando Scrooge va al futuro y ve su propio funeral, le pregunta al fantasma: "¿Son éstas las sombras de lo que será o las de lo que podría ser?", o algo así, ¿verdad?

- Correcto -dije.

- Me preguntaba, Scott, si los Cronolitos son "lo que será" o "lo que podría ser".

Le dije que nadie lo sabía, pero que si había entendido bien las explicaciones de Sue, aquellos acontecimientos que ya habían sido marcados por los Cronolitos tendrían lugar en el futuro y que, por lo tanto, no podríamos detener a Kuin antes de que se produjeran esas conquistas ni convertir esos Cronolitos en meras paradojas inofensivas. En el futuro, Kuin conquistaría Chumphon, Tailandia, Vietnam y el Sudeste Asiático. El tiempo podía ser inestable, pero los monumentos eran inmutables y primordiales.

Entonces, ¿por qué no habíamos perdido la esperanza? Supongo que Sue respondería a esta pregunta diciendo que la guerra todavía no había terminado. Gran parte del mundo civilizado seguía estando libre de los Cronolitos, y eso sugería que las conquistas de Kuin eran un proceso por etapas en el que había victorias y reveses. Los Cronolitos aún no habían pisado suelo americano y quizá, si hacíamos lo correcto, no lo harían nunca. El problema era que nadie sabía qué debíamos hacer.

Sue me había comentado la teoría de la "retroalimentadón negativa". Los Cronolitos de Kuin representaban una especie de retroalimentación positiva (una señal reforzada y amplificada a través del tiempo y las expectativas humanas), de modo que podíamos combatirlos haciendo justo lo contrario: si un Cronolito se desmoronaba poco después de aparecer, surgirían las dudas. La gente dejaría de creer que Kuin era invencible.

Puede que hubiera conquistado medio mundo, pero no nuestra mitad.

Sue Chopra lo creía posible, y yo deseaba que tuviera razón.

Sin embargo, para ser sincero, no puedo decir que lo creyera posible.

Hitch Paley salió de un maltratado Sony compacto (que por el tamaño, bien podría haber sido una moto) que acababa de detenerse en el aparcamiento del motel. Habíamos acordado reunimos a las nueve de la mañana. Llegó quince minutos tarde… aunque en cierto sentido, con diez años de retraso.

No había cambiado demasiado. Lo reconocí al instante, incluso a diez metros de distancia y bajo la sombra del toldo de la cafetería. Estaba contento, pero también tenía miedo.

Llevaba una espesa barba y una cazadora de cuero de color verde estiércol. Había ganado un poco de peso, algo que no había hecho más que enfatizar su ancha nariz, sus elevados pómulos y su frente de hombre del neandertal. Al verme, cruzó el soleado espacio que nos separaba con las piernas arqueadas y me tendió su enorme mano derecha.



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