Los creadores by Daniel J. Boorstin

Los creadores by Daniel J. Boorstin

autor:Daniel J. Boorstin [Boorstin, Daniel J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Arte, Filosofía, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 1991-12-31T16:00:00+00:00


«El divino Miguel Ángel»

Un legado del Renacimiento, la creencia en el genio, algo más raro que la habilidad o el talento, transformaría las artes. El genio nos ha transportado del respeto hacia el talento ejercitado, que manipula la experiencia que está ante nosotros para que todos puedan conocerla, hacia el respeto ante el yo singularmente inspirado. De la admiración al respeto, de la imitación de la naturaleza a su recreación. Del artista que realiza el encargo de un patrono al patrono que espera las creaciones del artista. «El talento —afirmaba James Russell Lowell— es lo que se halla en el poder de un hombre; el genio es aquello en cuyo poder está un hombre».

En la antigua religión romana, el genius (en latín, el que engendra) era el espíritu que perpetuaba un hogar o una familia. Pasó a significar el espíritu custodio de un gremio, un lugar o un individuo, a quien una persona podía venerar en su aniversario. A partir de Augusto se veneraba el genius de un emperador. El espíritu de una mujer o de una diosa se conocía y se veneraba como una «Juno».

La Europa medieval no concedió gran valor a la originalidad. Si se hubiera demostrado que Leonardo da Vinci había copiado el contenido de sus cuadernos de notas de otros libros, ello sólo habría servido para incrementar el respeto por su erudición y no habría desencadenado acusaciones de plagio. El «individualismo» —«una nueva expresión a la que ha dado vida una nueva idea»— no pasó a formar parte del vocabulario inglés hasta 1835, en que Tocqueville utilizó este término para describir la situación que había encontrado en Norteamérica. Pero el «genio» que sugiere originalidad tenía raíces más profundas. Encarnado de forma insuperable en Miguel Ángel, el creador impredecible sin parangón ha hechizado las artes en la Edad Moderna.

Suger, Dante y Giotto eran admirados por la extraordinaria inmortalidad de sus obras, pero antes del siglo XVI el término «divino» raramente se aplicaba a artistas o poetas aún vivos. En su tratado de pintura (1436), Alberti ya advertía en el artista un poder «divino». También Leonardo afirmó que la obra del pintor era «más noble que la de la naturaleza», y para él el pintor era «un segundo dios». El pintor portugués Francisco de Hollanda señaló en Roma, en 1538, que «en Italia no prestan atención al renombre de los grandes príncipes, sino que sólo a un pintor aplican el calificativo de divino».

Durante la Edad Media, el artista era una persona que ejercitaba sus habilidades y llevaba una vida disciplinada. Los primeros gremios de pintores de finales del siglo XIII supervisaban las vidas y las obras de sus miembros, sus actividades religiosas, sus contratos como aprendices y su relación con los patronos. En Florencia, desde 1293, sólo tenía derechos como ciudadano aquel que era miembro de un gremio y era muy raro que alguien desafiara al gremio. Cuando Brunelleschi se negó a pagar sus cuotas al gremio de constructores en 1434, estuvo encarcelado durante once días, hasta que las autoridades consiguieron su libertad para que trabajara en la catedral.



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