Ha estallado la paz by José María Gironella

Ha estallado la paz by José María Gironella

autor:José María Gironella [Gironella, José María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1965-12-31T16:00:00+00:00


TERCERA PARTE

Del 1 de abril de 1940 al 30 de marzo de 1941

Capítulo XXXIII

El día 1 de abril tuvo lugar efectivamente el desfile del primer aniversario de la Victoria. Pasaron cañones, un par de tanques, ametralladoras y tropas por la Rambla, por el mismo lugar donde días antes había pasado el solemne Via crucis. En la tribuna de honor, las autoridades de siempre, con el Gobernador vistiendo el uniforme del Ejército. Los altavoces que habían servido para transmitir las evocaciones religiosas del Via crucis, sirvieron ahora para transmitir los himnos de siempre. El héroe en esa jornada no fue el obispo: la antorcha había pasado a manos del general.

Según Amanecer, fue el día siguiente, 2 de abril, el escogido para inaugurar las obras del que había de llamarse Valle de los Caídos, es decir, «el gigantesco monumento que perpetuaría durante centurias la gesta de los muertos en la Cruzada». El primer barreno había hecho explosión. La crónica, redactada por «La Voz de Alerta», según datos recibidos de Madrid, explicaba que el lugar donde se edificaría el Valle de los Caídos había sido elegido personalmente por el Caudillo, quien había sobrevolado y recorrido a caballo durante muchos días los parajes del Guadarrama, decidiéndose al fin por el sitio llamado Cuelgamuros, próximo a los arroyos Guatel y Boquerón. La grandiosa Basílica sería horadada en la roca viva y tendría una capacidad para tres mil personas. Sobre ella se levantaría una cruz de ciento veinte metros de altura, la mayor de la Cristiandad, visible a larga distancia. La obra en conjunto sería comparable a la de El Escorial, cuya ejecución había durado veinte años, y la construirían a la par empresas privadas y batallones de «trabajadores».

Con motivo de esas jornadas los periódicos publicaron de nuevo grandes alabanzas al Jefe del Estado. En Gerona, Jaime, repartidor del periódico y librero de ocasión, estaba descontento… Y lo estaba porque continuaba siendo tan catalanista como siempre y he ahí que uno de los homenajes al Caudillo a raíz de aquellas fechas se lo habían rendido los mismísimos frailes de Montserrat. En efecto, el abad mitrado, padre Antonio María Claret, se había trasladado a Madrid acompañado de los monjes para entregar al Caudillo, en el Palacio de Oriente, una riquísima arqueta elaborada en las cárceles «rojas» y que contenía nada menos que la Cédula de la Hermandad de Nuestra Señora de las Candelas, con la que en otros tiempos se honraron Carlos I y Felipe II. La Cédula había sido impresa en papel del siglo X, cuidadosamente guardado durante centurias por los monjes benedictinos del monasterio, y simbolizaba el retorno de España a su pasado esplendoroso.

—Así no iremos a ninguna parte —había comentado Jaime, mientras, en su quiosco de libros, próximo a la fábrica Soler, le entregaba una novela del Oeste a un obrero que cotizaba para el Socorro Rojo y que también, en sus noches de insomnio, escribía versos en catalán.

Inmediatamente después, y coincidiendo con la lujuriosa apoteosis de la primavera, se desencadenaron en el mundo



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