Los cazadores by Burton Hare

Los cazadores by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1980-10-09T22:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

Tau entró en su nave con gestos cada vez más cansados. Tras él, la escotilla se cerró automáticamente. La lechosa claridad de aquella luz que parecía fluir de las paredes metálicas se intensificó. Tau se miró de arriba abajo, disgustado por su apariencia, y fue a sentarse en uno de los puestos de mando, delante del complicado panel de instrumentos.

Todo el cuerpo se relajó una vez allí. Poco a poco, el proceso de transformación, la asombrosa metamorfosis, se realizó de nuevo devolviéndole su aspecto transparente de ser nativo de la estrella Groomgold.

Tras esto, apoyó la cabeza en la suerte de casco fijo al asiento. Tras manipular un diminuto control, del apoyacabezas se distendieron unas delgadas láminas metálicas que rodearon su cráneo transparente.

Instantáneamente la energía del antiorium comenzó a fluir revitalizándole, llenándole de bienestar y de fuerza.

Vigilaba un pequeño dial en el que oscilaba una línea de luz verde. Era inquietante la escasa reserva de energía que quedaba. Apenas la suficiente para esperar la vuelta de la astronave que debería reabastecerle.

Al fin manipuló el control y la energía cesó de fluir. La abrazadera metálica que rodeaba su cabeza se desprendió volviendo a su oculto engarce. Tau se inclinó hacia adelante realizando unos veloces cálculos de sus reservas. Necesitaba establecer contacto con el otro Explorador.

Se decidió finalmente. El visor circular se iluminó.

Con su voz neutra y bien modulada comenzó a llamar a Khan una y otra vez.

Hubo de hacer otro despilfarro de energía antes de que el rostro inexpresivo de su compañero surgiera en el visor. Entonces dijo:

—Estoy agotando la energía, Khan, así que no perdamos tiempo. Koomz no existe, estoy solo en un planeta asombrosamente fértil y habitado. Seres sólidos y extraños.

—¿Servirán en Groomgold?

—Supongo que sí, aunque son sólidos. Casi tan sólidos como los que llevamos en ese último cargamento. Tendré oportunidad de estudiarlos mientras espero. ¿Cómo es ese planeta al que llegaste?

—Desierto. No hay vida. Una desolación rojiza. Celebro que tú hayas tenido mejor destino que nosotros. ¿Crees que se podrá llenar el cargo con esos seres de que hablaste?

—Y cien cargos, si es cierto lo que imagino.

El rostro de Khan esbozó una extraña mueca en el visor.

—Lo importante es que puedan ser utilizados — replicó.

—Estoy casi seguro de que serán útiles. Además, son amistosos, pacíficos. Voy a cerrar la energía ahora. He de reparar unos desperfectos del Explorador.

Desconectó el visor antes de que su compañero pudiera replicar y echándose atrás reflexionó sobre su situación. No era halagüeña después de todo, inmovilizado en ese mundo de cuyos habitantes sólo conocía a dos ejemplares.

¿Qué pasaría si los demás no eran tan confiados y pacíficos como ésos? Con la poca energía que le restaba apenas podría accionar sus armas, y mucho menos levantar el vuelo.

Mucho más tarde abandonó el asiento anatómico que se adaptaba a su cuerpo como un guante y salió al exterior. Bajo sus pies, la polvorienta arena del desierto crujió.

Alzó la mirada hacia el firmamento, negro y acribillado de estrellas. La atmósfera era nítida y eso permitía captar en todo su esplendor el brillo de las estrellas de las cuales procedía.



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