Los últimos días del Imperio otomano, 1918-1922 by Ryan Gingeras

Los últimos días del Imperio otomano, 1918-1922 by Ryan Gingeras

autor:Ryan Gingeras [Gingeras, Ryan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia, Política
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-02T00:00:00+00:00


«NO NECESITAMOS SU CIVILIZACIÓN»:

EL MOVIMIENTO NACIONAL PASA A LA OFENSIVA

La última sesión plenaria de la Cámara de los Diputados otomana comenzó en medio de un estado de indignación. Casi dos semanas antes, las fuerzas griegas habían capturado varias aldeas cerca de Ödemiş, a unos setenta y cinco kilómetros al este de Esmirna. El asalto, según un telegrama leído ante la Cámara, había obligado a miles de musulmanes a abandonar su hogar y dejar atrás una fortuna en propiedades y ganado. Las ciudades cercanas de Alaşehir y Uşak se llenaron de desafortunados refugiados. Durante cuatro días seguidos, las carreteras habían estado «abarrotadas por el paso lacerante de convoyes de desdichados, hambrientos y humillados» en busca de ayuda. La noticia hizo que un diputado, Mahmud Celal, lanzara una extensa diatriba contra los horrores cometidos por Grecia y los Aliados. Celal, que más tarde fue presidente de la República turca, era originario de la zona. Durante la Primera Guerra Mundial, había ayudado a supervisar la expulsión masiva de cristianos ortodoxos de los alrededores de Esmirna. Ahora, afirmaba, estaban limpiando de musulmanes todo el interior del Egeo. «En un área de sesenta kilómetros entre Urla y Esmirna», calculaba Celal, un viajero no vería «ni un solo musulmán hoy en día». Desde el momento en que los primeros soldados griegos habían puesto pie en el país, cien mil musulmanes habían huido de «torturas y agresiones». Y todas estas transgresiones ocurrían ante la mirada de los países europeos. «Os pregunto —rogó Celal a sus colegas—: ¿es esta la civilización que nos traen los europeos?». Uno de los miembros más antiguos de la Cámara, Tunalı Hilmi, dio la respuesta más obvia. «No necesitamos su civilización —replicó—. Estamos civilizados».[9]

Tres días después, las tropas británicas y francesas se desplegaron por todo Estambul. Más tarde, los principales miembros de la Cámara de los Diputados fueron detenidos. Con la ayuda de soldados británicos, muchos de ellos musulmanes procedentes del sur de Asia, asaltaron y ocuparon los principales ministerios. En los días que precedieron a la toma de posesión, los Aliados no habían dado ningún indicio público sobre este golpe. No obstante, al atacar los principales brazos del Estado, las fuerzas británicas y francesas estaban afirmando sin reparos que Estambul, a partir de ese momento, estaba bajo su autoridad. Los acontecimientos, sostenían, justificaban esa actuación. Desde la caída de Marash, ninguno de los ministerios imperiales había tratado de frenar el comportamiento de los soldados y los civiles que apoyaban la ofensiva nacionalista en Cilicia. Los representantes nacionalistas celebraron la derrota francesa y denunciaron lo que consideraban «ataques y calamidades y tragedias varias» causados por «armenios que estaban al servicio de fuerzas extranjeras».[10] Peor aún, conocidos jefes del Movimiento Nacional caminaban con libertad por las calles de la capital sin temor a ser detenidos o represaliados. El hecho de que Estambul quedara oficialmente bajo control aliado puso fin a estas provocaciones. Los británicos hicieron notar su presencia y arrestaron a once de los nacionalistas más activos en la capital, entre ellos Rauf Orbay y Kara Vasif, cofundador de la organización Karakol.



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