Lo que hizo Katy by Susan Coolidge

Lo que hizo Katy by Susan Coolidge

autor:Susan Coolidge [Susan Coolidge]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788417624224
publicado: 2018-12-02T05:00:00+00:00


CAPÍTULO 8

MAÑANA

«Mañana empezaré», pensó Katy mientras se quedaba dormida aquella noche. ¡Cuántas veces hacemos todos eso mismo! Y qué pena cuando llega el día siguiente y «mañana» es «hoy» y tan a menudo nos levantamos sintiéndonos de una forma muy diferente, despreocupados o impacientes, y nada dispuestos a hacer todas aquellas cosas buenas que habíamos pensado durante la noche.

En ocasiones parece como si hubiera unos diablillos que estuviesen atados mientras el sol brilla, pero que se cuelan en nuestras habitaciones cuando estamos dormidos para provocarnos y alterarnos el humor. Si no, ¿por qué, cuando nos retiramos a descansar afables y risueños, podemos levantarnos tan desabridos? Así le ocurrió a Katy. Ya medio dormida, su último pensamiento fue que tenía la intención de ser un ángel de ahí en adelante y de parecerse a la prima Helen tanto como pudiera; pero, cuando abrió los ojos, estaba de malas ¡y tan irritable como un oso! Mary dijo que se había levantado de la cama por el lado equivocado. Me pregunto, por cierto, si alguna vez habrá alguien lo bastante sabio para decirnos qué lado es ese, de modo que podamos optar por el otro. ¡Entonces sería todo mucho más fácil!

Ya sabéis que, cuando uno empieza el día de mal humor, parece que ocurran todo tipo de desafortunados accidentes para acrecentar nuestra aflicción. Lo primero que hizo Katy aquella mañana fue romper su querido jarrón, el que le había regalado la prima Helen.

Lo tenía sobre la cómoda, con un pequeño ramillete de rosas rosas. La cómoda tenía un espejo oscilante. Cuando Katy estaba cepillándose el pelo, el espejo se inclinó un poco y dejó de verse en él. Si hubiera estado de buen humor, este incidente no la habría molestado mucho. Pero, irascible como se había levantado, hizo que se enfadara. Le dio al espejo un violento empujón. La parte de abajo se levantó, se oyó un golpe y, antes de que pudiera darse cuenta, las rosas estaban tiradas por el suelo y el precioso regalo de la prima Helen hecho trizas.

Katy se sentó en la alfombra y lloró tan desconsolada como si fuera el mismísimo Phil. La tía Izzie la oyó lamentarse y entró en su habitación.

—Lo siento mucho —le dijo mientras recogía los trozos de cristal—, pero no esperaba otra cosa. Eres demasiado descuidada, Katy. ¡Y no te quedes ahí sentada como un pasmarote! Levántate y vístete. Llegarás tarde a desayunar.

—¿Qué ocurre? —le preguntó su padre al darse cuenta de que Katy tenía los ojos rojos cuando se sentó a la mesa.

—He roto el jarrón —dijo esta con tristeza.

—Fue una tremenda imprudencia por tu parte ponerlo en un sitio tan peligroso —le recriminó su tía—. Tendrías que haber tenido en cuenta que el espejo podía girarse y golpear el jarrón. —Luego, al ver que caía un lagrimón en medio de su plato, añadió—: De veras, Katy, eres demasiado mayor para comportarte como un bebé. Hasta Dorry se avergonzaría de actuar así. ¡Haz el favor de controlarte!

Aquel desaire no mejoró el humor de Katy.



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