Lo que Dios ha unido que no lo separe mamá by Alfonso Ussía

Lo que Dios ha unido que no lo separe mamá by Alfonso Ussía

autor:Alfonso Ussía [Ussía, Alfonso]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: spanish
ISBN: 9788440698377
editor: Ediciones B
publicado: 2000-08-24T16:00:00+00:00


La Guardia Suiza

Estaba saboreando un cafelito cuando Tomás ha irrumpido en el cuarto de los libros.

—Noticias frescas de Roma, señor marqués. Acabo de hablar con Flora. Ante todo, un dato del máximo interés: Su Santidad el Papa no ha recibido a la señora marquesa. Los de la Guardia Suiza le han dicho que para ver al Papa hay que pedir audiencia.

—Tomás, cuéntame todo y con regodeo en los detalles. Siéntate, ponte cómodo, sírvete una copita, lo que te apetezca.

—Muchas gracias, pero no es necesario. Quiero permanecer sobrio. Lo que sí le acepto es la invitación a sentarme, señor marqués.

—Descansa tus sufridas nalgas y empieza a hablar, que se me va a salir el corazón por las orejas.

—Pues vamos con las novedades. El viaje, bien. El hotel de Roma, estupendo. A Flora le ha encantado. La señora marquesa ha tocado diana a las siete en punto y a las ocho y media han salido hacia la Ciudad del Vaticano, en un taxi alquilado para toda la mañana. El taxista se llamaba Girolamo, para más señas. A las nueve han intentado entrar en las dependencias privadas de Su Santidad, pero se lo han impedido amablemente dos miembros de la Guardia Suiza. Ante la imposibilidad de acceder a las habitaciones del Papa, la señora marquesa ha exigido la presencia de un obispo o un cardenal. Don Ignacio, sin decir ni pío, bastante cortado. Ni cardenal ni obispo. A las diez horas cuarenta y tres minutos, la señora ha increpado a los suizos y les ha dicho que su uniforme es de mariquitas. Los suizos, con sus lanzas, no le han hecho ni puñetero caso. A las once y diez, un sacerdote se ha interesado por la causa. Creo que las palabras de su madre han sido, más o menos, las que a renglón seguido le refiero.

«Soy la marquesa viuda de Sotoancho y he venido a Roma a ver al Papa para rogarle que actúe de inmediato en un grave asunto. Y no me voy sin ver al Papa. Y haga el favor de decirles a esos guardias suizos que dejen de mirarme con expresión de quesos y me permitan entrar. Como ve, estoy acompañada por mi capellán.»

En este punto, el sacerdote del Vaticano le recomendó a la señora marquesa visitar la Capilla Sixtina. Emoción y embrollo. Tira y afloja, y finalmente, el primer acto de presión. La señora marquesa abrió su silla plegable y se sentó en ella frente a la puerta. «Soy capaz de estar aquí hasta que el Papa me reciba.» Don Ignacio ha intentado convencerla, pero no ha sido posible. Creo que las relaciones entre don Ignacio y la señora marquesa han sufrido un acusado deterioro, porque su madre le ha acusado de cagueta. Si lo desea, voy más despacio, señor marqués.

—No, Tomás; sigue con ese ritmo. ¿Y qué ha hecho mi madre?

—Mientras Flora y don Ignacio han regresado al hotel, su madre ha permanecido sentada en su silla plegable y frente a las puertas de la residencia papal. Parece ser que ha intentado colarse cuando el relevo de la guardia, pero no lo ha conseguido.



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