Libelo contra Madrid by Antonio Burgos

Libelo contra Madrid by Antonio Burgos

autor:Antonio Burgos [Burgos, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1980-09-01T00:00:00+00:00


La Clase Política se muestra orgullosa de serlo, aunque suele tener muy poca clase y mostrarse muy poco política, aceptando la coartada de esta España a cara o cruz, un partido de fútbol donde las patadas en las espinillas al final no se las dan a los capitanes de los equipos, sino a los jugadores número doce que vivimos en provincias. De la clase política, cada elección, cada golpe de Estado (también otro haz y envés, o democracia o dictadura, o cuartelazo o urnas), sale un Gobierno. Un Gobierno que sigue comportándose como clase política, niño con zapatos nuevos que ha llegado a ministro, la cumbre en la cordada montañista del trepa en el Everest capitalino, sin Villa y sin Corte, el gran corte de mangas a España. El Gobierno mantiene con la Clase Política aún no nombrada para los carguetes las mismas buenas relaciones que con la Gran Banca. Y se sirve de otro poder fáctico de Madrid, de la Burocracia del Estado, poder inalterable, sólo sometido a purgas periódicas de las depuraciones políticas al cabo de cada cambio de Régimen. En el Madrid ministerial de la Restauración el mito es el cesante. Pero el cesante de Larra pudo al cabo del tiempo cambiar la ley, de modo que los cesantes eran los ministros, los políticos, pero nunca los funcionarios, el poder fáctico de la Burocracia. Hasta tal punto tiene poder la Burocracia, que el funcionariado franquista ha salido como el rayo del sol por el cristal después del fin de aquel régimen. Organizaciones tan totalitarias como la Secretaría General del Movimiento o como la Delegación Nacional de Sindicatos Verticales fueron desmontadas, en algunos casos por los propios artífices de la democracia. Pues bien, en modo absoluto se produjo una cesantía. La Burocracia inventó para sí misma la argucia del «trasvase de funcionarios», la metástasis del poder burocrático en el proceso canceroso que hizo morir a la Dictadura. El franquismo también trasvasó políticos, evidentemente, y sus más directos destinatarios fueron la UCD (fundamentalmente) y el PSOE (en mucha menor medida). Pero mientras que hubo una cesantía de gerifaltes de antaño, de delegados nacionales y de jefes provinciales (a muchos de los cuales cupo la gloriosa jubilación de la presidencia del Consejo de Administración de la empresa estatal o paraestatal), no se produjo la menor cesantía burocrática. El cesante madrileño es ya exclusivamente una pieza literaria del museo costumbrista, el Museo Romántico del Madrid Ministerial de Larra. La Burocracia, en su poder fáctico, acabó con la cesantía, esgrimiendo el argumento del «mandadismo». Siempre son unos mandados. Son unos técnicos. Son unos funcionarios. Su poder consiste en engrasar la máquina del poder para que otros puedan ejercer el poder. Es como si los maquinistas de la Nave del Estado (símil marinero muy querido en Madrid, por aquello de que no tiene mar) marcaran el rumbo a los que están en el puente.

Mandan también las sociedades, las multinacionales, los monopolios, las cien familias industriales del país, las cien familias comerciales, las cien familias financieras.



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