Lección de amor by Barbara Cartland

Lección de amor by Barbara Cartland

autor:Barbara Cartland
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 1974-02-28T23:00:00+00:00


Capítulo 6

El duque se despidió del último de sus invitados y, mientras los carruajes se alejaban por el sendero, le dijo al mayordomo:

—Ordena que preparen a Samson inmediatamente.

Veinte minutos más tarde, mientras galopaba a través del parque, sintió tal impresión de libertad, que le parecía haber salido de una prisión.

Los últimos tres días habían sido casi insoportables.

Odiaba todo tipo de subterfugios y le disgustaba tener que hacer papel de hipócrita. Pero tuvo que aparentar sorpresa el viernes por la mañana al saludar a Lord Wantage y, durante todo el fin de semana, eludió con gran habilidad a su esposa, para evitar una escena con ella.

Como todas las mujeres, Hetty Wantage hubiera deseado hablar sobre lo ocurrido, justificar su ignorancia acerca de los propósitos de su marido y asegurarse de algún modo, que el duque seguiría siendo su amante.

Pero el duque había decidido desilusionarla. Comprendió que había escapado casi de milagro de un escándalo que hubiera sido desastroso para todos sus amigos, y especialmente para el Príncipe de Gales.

Casi no podía dar crédito a su propia estupidez, que le había impedido comprender el motivo por el que Lord Wantage permitió que su esposa fuera sola a Vox.

Lord Wantage no era el tipo de hombre al que se podía traicionar impunemente.

No le habría importado la publicidad de un divorcio, y probablemente habría disfrutado el papel de marido ofendido, a quien había traicionado, no sólo su esposa, sino un miembro distinguido del mundo social al que ambos pertenecían.

«El apodo que le han puesto le sienta muy bien», se dijo el duque. «¿Cómo pude haber sido tan tonto?», se preguntó por milésima vez.

Espoleó a Samson para lanzarlo al galope y la velocidad logró calmar su tensión.

Cuando llegó a los límites del parque, el duque aspiró con fuerza una bocanada del fresco aire de octubre y guió su caballo, a través de una pequeña plantación, hacia una pista que era ideal para probar la rapidez de cualquier caballo.

Había sido construida por su padre, pero ahora se encontraba abandonada, casi en desuso, desde que el duque había llevado sus caballos de carrera a Newmarket.

Su señoría, por lo tanto, se sintió muy sorprendido cuando, al llegar al final de la plantación, vio que dos caballos se acercaban en dirección contraria a toda velocidad.

Cuando estaban más cerca, observó que el caballo más pequeño llevaba en el lomo una figura diminuta, que parecía ser la de un jockey. Y, cuando éste se aproximó más aún, comprendió que no era un muchacho el que cabalgaba, sino su propia hija.

Montaba un animal que al duque le pareció demasiado grande y llevaba puesta una gorra de terciopelo, como la de los jockeys, inclinaba la cabeza hacia adelante, como sin duda debía haber visto hacer a aquéllos en un esfuerzo por aumentar la velocidad de su montura. Cabalgaba, el duque tuvo que reconocerlo, en una forma extraordinaria para su edad.

Un poco detrás, pues sin duda le había dado a la niña una buena ventaja, iba Marisa en un brioso caballo que tenía algo de sangre árabe.



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