Cuando las zarzas florezcan by R. M. de Loera

Cuando las zarzas florezcan by R. M. de Loera

autor:R. M. de Loera
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2015-12-16T23:00:00+00:00


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Desperté muy temprano en la mañana, el sol aún no ha salido. Edmund me abraza por la cintura y siento su respiración en mis senos. Mis pies helados están pegados a los suyos que siempre están tibios. Suavemente acaricio su cabello corto, tan sedoso, tan negro contrasta tanto con su piel tan blanca tersa y sus manos ásperas por que trabaja con ellas. Es delicioso sentirlas acariciarme, me siento viva cuando lo hace. Me comprueba que él está aquí conmigo, que soy suya y él es mío. Suavemente continúe acariciándolo. Hago pequeños círculos en su espalda con mis dedos y en mis manos siento el subir y bajar de su respiración. Acarició despacio sus brazos. Volví a acariciar su cabello. Sé que está despierto, pero no se mueve. Edmund tiene el sueño muy ligero y cualquier movimiento que yo haga lo despierta. Pero aun así todas las mañanas me deja sostenerlo, unos pocos minutos en que él es solo para mí. En ese instante sentí su sonrisa en mi pecho. Me dio un beso suave.

—Aún estoy aquí y sigo siendo tuyo —dijo con su voz muy dulce y amorosa.

Al siguiente día después de casarnos y que estaba acariciándolo le revele que solo estaba comprobando que todo fuera real y que no fuera un sueño. Desde entonces cada mañana lo primero que hace al despertar es confirmarme que él está conmigo que sigue aquí. Creo que es su forma de decirme que me ama.

—Hola amor —sonreí.

—Hola hermosa —me dio un beso en mis labios y sonrió —es invierno, es muy temprano ¿no tienes sueño?

—¿Quieres ver el amanecer conmigo? —lo abracé.

—Nos vamos a congelar, pero si quiero —dijo sonriéndome y me beso.

Sus besos son maravillosos. Siempre encuentra la forma más dulce y tierna de besarme.

Le entregue dos camisas y un suéter para que mantuviera el calor. Estaba haciendo mucho frío. Me vestí igual en capas. Luego me coloque una bufanda, un gorro y guantes. Por último nos pusimos nuestros zarapes. Salimos de la habitación.

—Tengo que decirle a Rogelio donde estoy. Hoy se va a preparar el terreno para sembrarlo en primavera.

—Si quieres podemos dejarlo para otro día.

Se acercó a mí, tomo mi rostro entre sus manos y dijo —Quiero ver el amanecer con la mujer más hermosa que he visto —me dio un beso suave.

En lo que hablo con Rogelio le prepare su café y mi té, del té prepare más porque intuí que me diría que no quería café. Continúe caminando hacia el cuadro principal y alcance a Edmund a mitad de camino.

Sonriendo dijo —¿Qué me traes?

—Tu café —sonreí.

—¿No me traes nada más?

—Mmm…—le entregue la taza con el té —no tienes por qué tomar té.

—Sí, si tengo —me abrazo —vamos o no alcanzaremos el amanecer donde quieres verlo —sonrió.

Sonreí, sabía que quería ir hasta los cerezos. En esta época los cerezos estaban sin hojas, eran solo los troncos y ramas. Aun así era una vista hermosa, en la finca muchas plantas mueren en invierno. Edmund y los muchachos limpian el terreno y plantan semillas nuevas en primavera.



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