Las razones de Georgina by Henry James

Las razones de Georgina by Henry James

autor:Henry James [James, Henry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1885-01-01T16:00:00+00:00


IX

El día del que hablo, para cambiar de asunto, Kate llamó la atención de su hermana acerca de la extraordinaria nitidez de la zigzagueante sombra de una nube sobre la coloreada ladera del Vesubio. A esto, Mildred respondió tan sólo que deseaba que su hermana se casara con el capitán. La constante meditación era lo que llevaba a Miss Theory a hablar de Benyon de esta manera desenfadada; y mostraba cómo pensaba en él continuamente, pues, en general, nadie era más ceremonioso que ella y su falta de salud no le había hecho abandonar ninguna formalidad que fuera posible conservar. Incluso en la manera en que yacía sobre el sofá había una especie de lina rectitud; y siempre recibía al médico como si este la visitara por primera vez.

—Será mejor que espere hasta que me pregunte —dijo Kate Theory—. Querida Milly, si hiciera algunas de las cosas que deseas que haga, te daría una gran sorpresa.

—Ojalá se casara contigo, entonces. Sabes que si debo verlo queda poco tiempo.

—Jamás lo verás, Mildred. No veo por qué deberías dar por hecho que le aceptaría.

—Nunca conocerás a un hombre que tenga tan pocas cualidades negativas. Probablemente no tiene mucho dinero. No sé cual es el sueldo de un capitán de la Marina…

—Es un alivio averiguar que hay algo que no sabes —interrumpió Kate Theory.

—Pero cuando me haya ido —continuó su hermana tranquilamente—, cuando me haya ido habrá más que de sobra para los dos.

Al oír esto, la muchacha más joven permaneció en silencio por un momento; entonces exclamó:

—Mildred, puede que no tengas salud, ¡pero no sé porqué tienes que ser tan horrible!

—Sabes que desde que llevamos esta vida no hemos visto a nadie que nos guste más —dijo Milly. Cuando hablaba de la vida que llevaban —en la alusión había siempre una ligera resignación al lamento y al desprecio—, se refería a los inviernos meridionales, los climas extranjeros, los experimentos inútiles, las esperas solitarias, las horas y el tiempo perdido, las lluvias interminables, la mala comida, los médicos inútiles y farsantes, las pensiones húmedas, los encuentros casuales y las intermitentes amistades con compatriotas.

—¿Por qué no hablas por ti sola? Me complace que te guste, Mildred.

—Si a ti no te gusta, ¿por qué le ofreces naranjada?

Al oír esta pregunta, Kate comenzó a reír, y su hermana continuó:

—Naturalmente te complace que me guste, querida. Si no me gustara y a ti sí, no sería satisfactorio en absoluto. No puedo imaginarme nada más triste; no moriría con ningún consuelo.

Kate Theory normalmente cerraba este tipo de alusiones con un beso —siempre llegaba demasiado tarde—; pero en esta ocasión añadió que hacía mucho desde que Mildred la hubiera atormentado tanto como aquel día.

—Harás que le odie —añadió.

—Bueno, eso prueba que no le odias todavía —replicó Milly; y apenas en ese momento del dorado atardecer vieron cómo la barca del capitán Benyon se aproximaba a las escaleras, al pie del jardín. El joven las visitó aquella tarde, regresó dos días después y volvió de nuevo tras un intervalo igualmente breve antes de que Percival Theory llegara con su esposa desde Roma.



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