Las Normales by Georgia Clark

Las Normales by Georgia Clark

autor:Georgia Clark
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9786075271637
editor: Editorial Océano


* * *

* Seudónimo de Gloria Jean Watkins, escritora y activista feminista estadunidense. (N. de la T.)

37

Mark era un buen chico.

Pagaba sus impuestos a tiempo, ayudaba a las mujeres con sus carriolas a subir los escalones del metro y limpiaba los platos sucios cuando se le pedía. Había tenido exactamente sólo dos noches de sexo casual, ambas con mujeres a las que les dio su número telefónico: y ellas nunca llamaron.

Lo cual explicaba a Willow. Ella no era una buena chica. No de esa manera. Se daba cuenta de que los padres de Mark no la aprobaban. No podían entender a Willow como lo hacían con Mark y eso los ponía nerviosos. Una de las pocas ocasiones en que se habían reunido para lo que parecía una comida interminablemente larga, nadie podía decir lo correcto: Willow reaccionaba mal al tono paternalista y Mark se percataba sobremanera (y con dolor) del gusto pueblerino de sus padres. Mark y Willow estaban mejor por su cuenta: en una cueva acogedora sólo para nosotros. Mark le dijo alguna vez que ella era un viaje sin mapa. Ella podía ver lo emocionante que eso era para Mark, que jamás avanzaba un par de cuadras sin su GPS.

Ahora ella no tenía un mapa.

Como siempre.

Mark no preguntó quién tocaba y abrió desde el interfón. Cuando abrió la puerta del departamento, ella se dio cuenta de que pensaba que era Willow.

—¿Caroline? —Mark miró de un lado a otro del corredor vacío, como si esperara que alguien apareciera de un brinco y gritara: “¡Te atrapé!”.

Las palabras le salieron nerviosas y apresuradas.

—Dejaste esto. En el bar. Tenía tu dirección dentro —le extendió la pequeña libreta que sacó de uno de los pequeños bolsillos de su mochila.

—Ah —él abrió la libreta. Su letra, que era matemáticamente uniforme, confirmaba su identidad.

Ella usaba el mismo vestido que traía puesto cuando lo vio por primera vez en su oficina del Soho: vaporoso y estampado con flores amarillas pequeñitas, una prenda que guardaba al fondo de su clóset, de la época anterior a Mark. Era difícil recordar esos tiempos. ¿O no?

—Quizá no deberías escribir tu dirección en algo así. Un loco podría usarla para rastrearte.

Él parpadeó con los anteojos puestos.

—Pues tal vez alguien ya lo haya hecho.

Willow sintió que la boca se le hacía pequeña.

—Es broma —dijo él, rápido.

—No soy una loca —ella retrocedió.

—Ya sé, ya sé, estaba besando, digo, bromeando. Estaba bromeando —se sonrojó—. Ay, por favor pasa, Caroline.

—¿Estás seguro?

—Sí. Estaba… literalmente no estaba haciendo nada, así que me da gusto tener compañía. Por favor.

Se hizo a un lado. Cuando entró, Willow escuchó que él aspiraba el aroma que su cabello dejaba al pasar y entonces sonrió.

—Qué bonito está tu departamento —dejó su bolsa sobre un sillón y miró el lugar que ya conocía—. Qué genial que esté orientado hacia el sur.

Mark la miró sorprendido.

—Ésa es una de las razones por las que lo renté. Parece que la gente no se da cuenta de lo importante que es eso.

—Si aprovechas el sol de invierno



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