Las mocedades de Alejandro Magno by Joaquín Acosta

Las mocedades de Alejandro Magno by Joaquín Acosta

autor:Joaquín Acosta
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Historia
publicado: 2004-08-09T22:00:00+00:00


LA CONQUISTA DE GAZA

AHORA era esta plaza la que se interponía en los proyectos del favorito de los dioses. Los ingenieros de Alejandro, que tanto renegaron durante el sitio de Tiro, ahora juraban que la toma de Gaza era imposible. El rey sonería. No era la primera vez que los expertos le decían que soñaba metas irrealizables. No era la última vez que realizaría otro milagro más.

Pero la cuestión no iba a ser fácil. Gaza estaba emplazada sobre un monte de laderas verticales de ¡75 metros de altura!!!!, y como si esto fuera poco, la ciudad estaba rodeada por una impresionante muralla. De nada serviría el ingenio desplegado en Tiro, pues la barrera no era el mar, sino la misma tierra. Alejandro no se desanimó. El ejército levantó una rampa tan gigantesca como el monte y la muralla misma, en el punto considerado como más vulnerable. Cuando la obra alcanzó la altura deseada por el Magno, (los trabajos se culminaron en apenas 2 meses) el rey alistó su equipo de sitio y ofrendó un sacrificio para propiciar el éxito del asalto.

Durante la ceremonia de libación, ocurrió un prodigio que impactó a los macedonios: un ave rapaz dejó caer una piedra sobre la cabeza del mismísimo Alejandro. Aristandro, el augur de cabecera del rey de los macedonios dio el siguiente veredicto: “Oh Rey, tomarás la ciudad pero deberás cuidar de tu propia persona”.

Respetuoso de la voluntad de los dioses, Alejandro determinó hacer una excepción a su costumbre de acaudillar la toma de las plazas fuertes. Pero la fuerza de asalto macedonia fue rechazada. El comandante de Gaza se llamaba Batis. Contaba con un fuerte contingente de mercenarios árabes, que lucharon con el coraje que milenios después les garantizaría la creación de su propio imperio. No sólo rechazaron a los macedonios una, sino TRES veces. Esto fue demasiado para Alejandro. Decidió encabezar la siguiente entrada. El ataque no sólo se efectuó con la infantería de asalto, sino que ésta también fue apoyada por las catapultas, arietes y hasta un equipo de zapadores que cavó túneles que minaron las murallas de Gaza. Cuando una buena parte de la muralla cayó, Alejandro condujo a sus hipaspistas (más tarde rebautizados como “Escudos de Plata”) al asalto. Como el rey combatía en primera fila y su magnífica panoplia lo diferenciaba del resto de sus huestes de élite, una lanza disparada por una catapulta le alcanzó. Afortunadamente, el escudo de Aquiles alcanzó a desviar en algo el disparo, y el impacto no fue mortal. Pero el proyectil alcanzó a atravesar el hombro de Alejandro.

Con la palidez de la muerte, Alejandro se negó a abandonar la batalla. Ante el asombro de sus hombres, el rey -con los huesos de su hombro izquierdo fracturados- se mantuvo firme en su puesto de combate, venciendo el insoportable dolor y arengando a sus tropas una y otra vez. Los macedonios, avergonzados por haber permitido que su adorado general fuera impresionantemente herido, redoblaron su coraje. Finalmente, debilitado por la pérdida de sangre, Alejandro perdió el sentido y fue retirado de la lucha.



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