Las malas compañias by Gonzalo Castro

Las malas compañias by Gonzalo Castro

autor:Gonzalo Castro
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Psicológico, Novela
publicado: 2014-08-20T22:00:00+00:00


“Every time I think of you

I get a shot right through

into a bolt of blue.

It's no problem of mine

but it's a problem I find

living the life that I can't leave behind”.

13 LOS CARROS Y CHICAS DE LA CIUDAD

La policía fue más intensa en sus operativos e intervenciones en los vicios de Super Nintendo de la zona. Las intervenciones se incrementaron en las mañanas porque locales como el de Lucho y Cristian atendían desde las ocho de la mañana a los escolares que no iban a clases. Los días que yo no quería ir al colegio no me quedaba otra opción que fingir estar enfermo o me alistaba con el uniforme escolar, pero antes de llegar a la escuela, subía a un bus en el paradero cercano a mi casa.

En algunas ocasiones, cuando subía al bus, veía que algunos niños menores de mi escuela bajaban en ese paradero. Mientras los veía alejarse, pensaba que algún día también se sentirían saturados de tantos conocimientos aprendidos. El colegio es una preparatoria para ser un sabelotodo. Enseñan tantas materias que si no le da un derrame cerebral a un niño es por simple milagro. Por otro lado, los adolescentes necesitábamos mayores motivaciones para entrar al colegio y soportar las malas miradas de los profesores y de aquellos compañeros que solo buscaban peleas. Se necesitaba una inspiración o motivación adicional. Las buenas notas no eran suficientes en algunos casos.

Una vez en el bus que me alejaría de las interminables horas de clases, cedía mi asiento a las personas mayores, por lo que permanecía parado y observaba la ruta. Así pude conocer más la ciudad: el pasaje escolar me permitía ir hasta el último paradero, que se encontraba al otro lado de la ciudad, un lado más incierto que el parque Rompecabezas. El bus, por lo general, tenía un trayecto de tres horas desde la escuela hasta el otro extremo. La ida y la vuelta completaban las seis horas lectivas del día.

Cierto día consideré que estaba equivocado al dejar la escuela por un bus que me paseaba hasta la hora de regreso a casa. Sin embargo, el gobierno autorizó la creación del pasaje escolar gratuito, por lo que al ya no tener que gastar en el pasaje me quedaba algo de dinero para otros vicios como la música. No tomaba solo un bus, tomaba uno y otro a la búsqueda de nuevas rutas y lugares.

Mis textos para estudiar los vendí en una feria de libros de la avenida Grau que descubrí en uno de mis viajes interminables. Mientras contaba el poco dinero que me habían dado por mi libro de Química, el comprador me preguntó si tenía más para vender. Pensé en toda esa vieja colección de la casa de mis abuelos. Poco a poco, de manera cautelosa, tomé posesión de los libros viejos de mis tíos y los fui vendiendo al mejor postor. Creo que el gobierno debió decretar la eliminación del curso de Química antes que otorgar el pasaje escolar gratuito. De esta manera hubiera vuelto al colegio.



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