Las indiscreciones de lady Margaret by Begoña Gambín

autor:Begoña Gambín [Gambín, Begoña]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-05-06T16:00:00+00:00

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La mansión de Alexander Wetherall, el duque de Kenwood, se encontraba en uno de los lugares más opulentos de Londres, Berkeley Square, muy cerca de Ashbourn House. El mayordomo las guio hasta la salita en donde se encontraba Charlotte Wetherall.

Si el duque era un hombre de gran personalidad y muy influyente entre los nobles y en la Cámara de los Lores, la duquesa no lo era menos entre las damas de la alta sociedad. No había baile al que no fueran invitados y pocos los que declinaban. Además, teniendo en cuenta que acababa de casar a su última hija de las siete que había engendrado antes de darle al duque un heredero, el interés por asistir a ellos era muy interesado.

Pese a su amplia progenie, lady Kenwood era una mujer relativamente joven todavía. Se casó con veinte años y en tan solo diez, tuvo a sus ocho hijos. Era una auténtica dama aristócrata que había asumido desde el primer día la importancia que tenía para su marido disponer de un hijo varón y se dedicó a ello en cuerpo y alma. Ahora, con cincuenta y cinco años y libre de la preocupación de buscarles un marido a sus hijas, por fin disfrutaba de lo que le gustaba.

Lo curioso era que, en el fondo, únicamente se sentía feliz procurando que las jovencitas casaderas encontrasen a su marido adecuado. Por eso disfrutaba ayudando a su amiga lady Acton con el patrocinio de las alumnas de su escuela. En esos momentos su proyecto más inmediato afectaba a su queridísima sobrina.

En cuanto vio entrar a Margaret junto a su hermana, una amplia sonrisa iluminó su rostro.

Su madre y su tía se parecían bastante, aunque tenían sus diferencias. El rubio claro del cabello de lady Darenth y Margaret se convertía en trigueño en lady Kenwood y su sonrisa era de esas que lo llenaban todo, iluminaban cualquier estancia y conseguían que quienes la mirasen, la imitasen. En cambio, la sonrisa de la madre de Margaret era pura ternura.

Pero la diferencia más notable entre las dos hermanas era la que atañía a sus figuras. Mientras que Emmeline era espigada y delgada, Charlotte era algo más alta y estaba repleta de curvas. Había una palabra para definirla: exuberante. Estaba algo entrada en carnes, y el corsé increíblemente apretado que llevaba le contraía la cintura de tal forma que el resto de su cuerpo se repartía entre el pecho y las posaderas.

Ahora bien, tenía tal naturalidad al moverse, que nadie podría decir jamás que hasta el último centímetro de su piel estaba constreñido por el vestido. Por eso, cuando vio a Margaret, se levantó del sillón en el que esperaba a su hermana con agilidad, salió al encuentro de su sobrina y, en cuanto la tuvo enfrente, le agarró las manos con énfasis y le dio dos besos con muchísimo cariño.

—Qué gusto verte, sobrina. Estaba deseando encontrarme contigo —expresó lady Kenwood con una voz melodiosa, muy personal y característica.

—Lo mismo digo, tía.

—Ven, siéntate aquí a mi

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