Las heridas de la magia by Raquel Brune

Las heridas de la magia by Raquel Brune

autor:Raquel Brune [Brune, Raquel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Fantástico, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-26T00:00:00+00:00


La penumbra de las velas se disolvió bajo los rayos del sol.

—Dime que es una estupidez, un rumor infundado —la acusó sin que le importase estar en público.

El teatro se había transformado en la ordenada naturaleza de los jardines de Luxemburgo, donde las damas y caballeros de la ciudad se dedicaban al arte de pasear. Era uno de esos días radiantes que llegaban después de semanas de lluvia y cielos grises, y todo París se había echado a las calles en procesión, buscando los rayos del sol.

Adrienne le pidió a su hermano mayor que se adelantase y caminó hacia Madeleine con esa aura suya de impasibilidad. Por una vez, Madeleine quiso verla enfadada, saber con certeza que algo la afectaba hasta ese punto, como cuando eran niñas. Pero ahora eran adultas. Adrienne llevaba un bonito vestido de un pálido color azul que resaltaba su hermoso pelo castaño, y un chal para protegerse del frío. Madeleine carecía de su elegancia, con su cómodo y práctico vestido siempre mal puesto y las botas llenas de barro por correr de aquí para allá sin cuidado.

—¿Y qué es lo que dice ese rumor infundado? —le preguntó Adrienne con calma, pero también con un deje de descaro. Sabía de sobra el contenido de los murmullos porque eran ciertos.

Esa mañana, nada más sentarse en la mesa del comedor para desayunar, su madre le había dejado caer la noticia que había sobrecogido a todas las buenas familias del arrondissement. La hija de los Montauban iba a casarse, nada menos que con un extranjero. Lo que debía haber sido una excelente noticia se convertía en una desdicha con el último matiz. Desposar a una hija con un forastero era el equivalente a perder una hija. «Después de todo lo que han hecho esos padres por la chiquilla». Clases de pintura, de inglés y alemán, de piano, de danza, y todo para qué. «No tendrían que haber permitido que Adrienne trabajara. Exponerse en público de esa forma no es propio de una muchacha de buena cuna como ella», decían las malas lenguas. Puede que los padres de Adrienne fuesen a perder su principal inversión, pero Madeleine tendría que renunciar a la única persona que le importaba de verdad.

—Creía… Dijimos que el matrimonio era una trampa, que nunca querríamos eso para nosotras —la acusó, atrayendo unas cuantas miradas.

—Será mejor que paseemos y que lo hablemos con calma —sugirió su amiga, pero Madeleine no quería escucharla.

—No, dijimos…

—Tú lo dijiste, Mads. —La serenidad de Adrienne flaqueó por un instante y, aunque sus palabras fuesen desgarradoras, para Madeleine era una pequeña victoria—. ¿Qué futuro me espera en París? Dime. Tú tienes tus artículos, tus panfletos y tus amigos de los cafés. ¿Qué tengo yo?

«No son amigos —quiso decirle Madeleine—. Son meros conocidos, colegas. Mi única amiga eres tú», quiso gritar, pero el orgullo inflamado en su pecho le impidió ser sincera y admitir que el miedo de perderla y quedarse sola la abrumaba.

—¿Y vas a convertirte en la propiedad de un hombre solo



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