Las guerreras Maxwell, 4. Una flor para otra flor (Spanish Edition) by Megan Maxwell

Las guerreras Maxwell, 4. Una flor para otra flor (Spanish Edition) by Megan Maxwell

autor:Megan Maxwell
La lengua: spa
Format: mobi
editor: Grupo Planeta
publicado: 2017-02-06T23:00:00+00:00


Capítulo 33

Llovía.

Llovía a mares, y Sandra intentaba que su pequeño se mojara lo menos posible.

—Creo que lo mejor será que busquemos un cobijo donde pasar la noche —murmuró Aiden mirándola.

La joven asintió, y éste, espoleando su caballo, se colocó a la altura de Zac.

—La lluvia entorpece el camino —dijo dirigiéndose a él.

—Lo veo —asintió Zac mirando a Sandra, a la que el agua le corría por la cara.

—La fortaleza de Conrad McCarthy no está lejos de aquí, y he pensado que quizá no sería mala idea pedirle cobijo para esta noche —propuso Aiden.

—Sí, por favor —pidió Mery empapada—. Así no podemos continuar. Llueve demasiado.

Sin que le preocupara Mery, Zac miró a Sandra buscando que le dirigiera la palabra, pero ésta no le habló y, convencido de que la idea de Aiden era la mejor, indicó:

—Adelántate y avisa a Conrad. —Su amigo asintió, y Zac musitó—: Pero, antes, pásame a Sandra y al bebé. Cabalgarán conmigo.

—Zac y yo podemos ir con Aiden —dijo ella.

El guerrero, al oírla, sonrió con amargura. La joven lo rehuía en todo momento. Y, cuando fue a contestar, Mery intervino con impertinencia:

—Iré yo con Aiden. Mi padre también tiene muy buena relación con los McCarthy.

Aiden maldijo. Lo último que quería era ir acompañado de aquélla, pero, consciente de que Zac y Sandra necesitaban un tiempo a solas, sin oír las protestas, se la pasó a Zac y, mirando a la mujer, señaló:

—Vamos.

Una vez que aquéllos azuzaron a sus caballos y se marcharon, Zac acomodó a Sandra y a su hijo delante de él y, sin que ésta lo viera, sonrió. Le gustara o no a ella, la tenía entre sus brazos. A continuación, cabalgaron en silencio durante un rato, hasta que él preguntó:

—¿Tienes frío?

—No.

—Entonces ¿por qué tiemblas?

Molesta por la voz de mofa de aquél, ella musitó:

—Porque me da rabia tener que estar aquí contigo.

—Estarás conmigo hasta que yo lo diga.

Al oír eso, Sandra levantó el rostro para mirarlo y, al ver su arrogancia, negó con la cabeza y siseó:

—Porque llevo a mi hijo en brazos, porque si no, yo...

—No seas osada como lo fuiste con mis hombres o al final tendrás un gran problema.

La joven cerró los ojos. Odiaba que le recordara aquello de osada continuamente, y replicó:

—Si ser osada es defenderse de una injusticia, dudo que deje de serlo nunca.

Sin ganas de discutir con ella, Zac asintió y sentenció:

—Pues siento decirte que perderás más que ganarás.

Sandra se mordió el labio inferior y decidió callar, mientras sentía cómo el cuerpo de él se sacudía al reír.

Al llegar a las inmediaciones de la fortaleza, Aiden ya estaba esperándolos. Enseguida se acercó a Zac y anunció:

—Conrad McCarthy nos proporcionará cobijo esta noche.

—¿Y Mery?

Su amigo suspiró e indicó:

—Dentro hay una fiesta, y ya sabes lo feliz que la hacen.

Zac maldijo para sí, pero no dijo nada. Mery y sus fiestas...

Una vez en el patio de la fortaleza, Gunter, uno de sus hombres, ordenó a los demás que lo siguiesen, y hasta Pach se fue con ellos, mientras Zac guiaba su



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