Las benévolas by Unknown

Las benévolas by Unknown

autor:Unknown
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Maximilien Aue es Doctor en derecho, casado, con hijos discreto y calmado. Desde un lugar tranquilo de Francia y después de 30 años, se decide a contar su pasado. No porque sienta necesidad alguna de justificación, simplemente quiere contar la historia tal y como él la vivió. Porque Maximilien era oficial de las SS. Jonathan Littlel nos hace revivir los horrores de la Segunda Gerra Mundial desde el lado de los verdugos, al mismo tiempo da cuenta de una vida como pocas veces se ha hecho: Las benévolas es la epopeya de un ser arrastrado por su propio recorrido y por la Historia., Histórico


MINUETO (EN RONDÓS)

No os sorprenderá saber que fue Thomas quien me trajo el pliego. Había bajado al bar del hotel, a oír las noticias con unos cuantos oficiales de la Wehrmacht. Debíamos de estar a mediados de mayo; en Túnez, nuestras tropas habían llevado a cabo una reducción voluntaria del frente según el plan preestablecido; en Varsovia, proseguía sin obstáculos la liquidación de las bandas terroristas. Los oficiales que me rodeaban escuchaban con expresión lúgubre y en silencio; sólo un Hauptmann manco rió con ruidoso sarcasmo al oír las expresiones freiwillige Frontverkürzung y planm'ássig, pero calló cuando se le cruzaron los ojos con los míos, angustiados; yo sabía lo suficiente, igual que los demás, para interpretar aquellos eufemismos: los judíos sublevados del gueto llevaban varias semanas resistiendo ante nuestras mejores tropas y Túnez estaba perdido. Busqué con la vista al camarero para pedirle otro coñac. Entró Thomas. Cruzó el bar con paso marcial, me hizo ceremoniosamente el saludo alemán dando un taconazo y, luego, me cogió del brazo y me llevó a una mesa retirada; después, se deslizó hasta el asiento corrido, tirando al desgaire la gorra encima de la mesa, y, enarbolando un sobre que llevaba delicadamente cogido con dos dedos enguantados, preguntó, frunciendo el ceño: «¿Sabes qué hay aquí dentro?». Dije que no por señas. Ya veía que el sobre llevaba el membrete del Persónlicher Stab des Reichsführer-SS. «Yo sí que lo sé», siguió diciendo en el mismo tono. Se le iluminó la cara: «Enhorabuena, mi querido amigo. Qué calladas te tienes las cosas. Siempre he sabido que eras más espabilado de lo que aparentabas». Seguía sujetando el sobre: «Toma, toma». Lo cogí, lo abrí y saqué una hoja, una orden para presentarme a la mayor brevedad ante el Obersturmbannführer doctor Rudolf Brandt, ayudante personal del Reichsführer-SS, «Es una convocatoria», dije de una forma bastante boba.. —«Sí, es una convocatoria».. —«¿Y qué significa?». —«Significa que tu amigo Mandelbrod es un pez gordo. Te han destinado al estado mayor personal del Reichsführer, chico. ¿Vamos a celebrarlo?»

No es que tuviera muchas ganas de celebrar nada, pero me dejé convencer. Thomas se pasó la noche invitándome a whisky americano y disertando con entusiasmo acerca del empecinamiento de los judíos de Varsovia. «Pero ¿tú te das cuenta? ¡Unos judíos» En lo tocante a mi nuevo destino, por lo visto opinaba que había urdido una jugada magistral; y yo no tenía ni idea de por dónde iban los tiros. Al día siguiente por la mañana me presenté en la SS-Haus, que estaba en Prinz-Albrechtstrasse, pegada a la Staatspolizei, en lo que había sido un gran hotel, convertido hoy en edificio de oficinas. El Obersturmbannführer Brandt, un hombrecillo encorvado de aspecto incoloro y meticuloso, con la cara oculta tras unas enormes gafas redondas con montura de concha negra, me recibió en el acto: me parecía haberlo visto en Hohenlychen, cuando el Reichsführer me condecoró en la cama del hospital. Me puso al tanto, con unas cuantas frases lapidarias y específicas, de lo que esperaban de mí.



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