La verdad sobre lady Felkirk by Christine Merrill

La verdad sobre lady Felkirk by Christine Merrill

autor:Christine Merrill
La lengua: spa
Format: mobi, epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Once

Justine extrajo una fila de alfileres y deshizo los últimos nudos de encaje sobre la almohadilla, para poder corregir los errores que había cometido cuando perdió la concentración. Quizá debería pedirle a Will que le leyera a Walter Scott aquella noche, sobre todo los párrafos de la enmarañada red de engaños. Por supuesto, en el argumento de la novela, una mujer deshonesta había terminado emparedada viva en una abadía. En su actual estado de ánimo, aquel relato no sería un entretenimiento ligero.

—Estás segura de que no hay nada que puedas recordar sobre el accidente que me pueda aclarar algo las cosas.

Dado que se estaba inventando la historia sobre la marcha, dudaba que tuviera los detalles que él esperaba.

—No estuve lo suficientemente cerca para verlo. Y todo sucedió demasiado rápido.

La había estado interrogando durante toda la cena sobre el pasado. Al cabo de casi dos horas, William no estaba más cerca de lo que había esperado oír, pero ella tenía la sensación de estar haciendo equilibrios en el filo de un cuchillo.

Se quedó callado por un momento y ella aprovechó la oportunidad.

—En mi opinión, es una suerte que no recuerdes nada del pasado. Imagina que ocurrió algo de repente que te hizo caer. Montar es peligroso. ¿Y si algo igual de repentino te hubiera sucedido y te hubieras caído de nuevo?

En ese momento fue él quien se mostró incómodo, revolviéndose en su asiento como un chiquillo culpable.

Ella alzó la mirada de su costura, demasiado sorprendida para acordarse del papel que estaba jugando.

—Te has caído de nuevo, ¿verdad?

—No fue nada —se apresuró a asegurarle—. Me levanté del suelo tan pronto como recuperé el resuello. Pero eso hizo que me sintiera aún más intrigado por lo que causó el accidente anterior.

—La verdad, no sé por qué me molesté en cuidarte… si estás utilizando tu recuperación de una manera tan insensata —¿era verdadera alarma lo que estaba sintiendo ante el pensamiento de que volviera a verlo herido? Siempre era triste ver a un hombre tan joven y vivo sufrir un trágico accidente. Pero… ¿cuándo había empezado eso a importarle?

En un momento se situó a su lado, dispuesto a deshacerse en disculpas.

—Si tanto te importa, no correré más riesgos. El caballo de Adam es una fiera. No volveré a montarlo —se arrodilló frente a ella, hasta estar seguro de que lo estaba mirando—. ¿Me perdonas?

—Por supuesto —contestó ella, intentando ensayar su habitual sonrisa plácida y fracasando de inmediato.

—Muy bien —dijo él, y se quedó mirando la labor que tenía en el regazo. Ella retomó su costura y él continuó observándola, fascinando por el rítmico movimiento de sus bolillos de hueso, la exactitud con que pinchaba los alfileres y el lento pero firme progreso de su trabajo ya terminado—. ¿Qué estás haciendo? —le preguntó al fin, incapaz de dominar su curiosidad.

—No lo sé, todavía —dijo—. Una cenefa para algo. Es un antiguo diseño y no tengo que pensar para hacerlo. Pero quedará muy bonito.

—Si no sabes para qué es, ¿por qué lo estás haciendo entonces?

—Para mantener las manos ocupadas —respondió—.



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