La transformación de Carag by Katja Brandis

La transformación de Carag by Katja Brandis

autor:Katja Brandis [Brandis, Katja]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T00:00:00+00:00


¿Un James Bond metamórfico?

Bill Brighteye se desesperaba.

—¡Que eres un bisonte, caramba! ¡Usa la fuerza que tienes! ¡Venga, ataca!

«Pero es que… no puede ser. ¿Y si rompo algo? —protestó Brandon sin moverse, con las pezuñas ancladas al suelo—. ¡Podría hacerle daño!».

—Sé defenderme, créeme.

Brighteye se transformó ágilmente en lobo y se plantó delante de él.

«¡Venga! ¡Acaba conmigo!».

No había manera. Brandon no se atrevía.

—Esto no puede seguir así —me susurró Holly—. Sacará mala nota en esta asignatura, ¿y qué pasará en la evaluación de diciembre?

Quienes suspendieran la evaluación parcial no podrían continuar en el colegio.

—¿Y si le ayudamos a practicar? —le respondí, también en un susurro.

¡Brandon tenía que descubrir que ser salvaje era divertido!

—Ya se me ocurrirá algo —dijo Holly, y sus ojos brillaron con malicia.

—Transformaos todos, por favor —dijo el joven profesor de lucha tocando palmas.

Aunque todavía no podía participar, pues no se me había curado del todo la pata, me transformé sin esfuerzo. A cambio, Bill Brighteye me enseñó a cazar puercoespines sin que se te quede la cara como si te hubieras dado un trompazo contra un juego de palillos chinos. Puse mi mejor gesto de depredador y estaba todo dispuesto a practicar, pero me arrepentí al ver cómo me miraba Lou con sus grandes ojos oscuros de venado. ¡Mochuelos de medianoche! ¡Ante ella necesitaba parecer inofensivo!

Se me ocurrió una solución genial.

Nell estaba en forma de ratón acuclillada a mi lado. Era tan minúscula que la podría haber tapado con una pata. Cualquier otro depredador estaría echando cuentas a ver cuántos bocaditos de esos hacían falta para completar un aperitivo. Pero yo puse en marcha el mejor plan de todos los tiempos: me limité a lamerle con cariño el pelaje.

¡Zas! Nell recuperó la forma humana y me asestó un puñetazo en los morros.

—¡Los lametones te los guardas para ti, gato baboso!

«Perdón», respondí en un susurro.

Los otros no tuvieron tiempo de desternillarse de risa porque ya estaban designando las parejas de lucha.

—Nell con Dorian —ordenó Brighteye.

Nos quedamos de piedra. ¿En serio? ¿Un ratón contra un gato? La pelea no duraría mucho. Nell tendría que huir y el aula no tenía muchos escondrijos. Pero el profesor ya les había indicado que pasaran al centro.

—Venga, al ataque, por favor.

Dorian se transformó. Daba la impresión de que le hacía ilusión ese combate. Mientras se deslizaba hacia Nell, empezó a balancear el rabo. Ojalá no hiciera nada irreparable y supiera poner límites a su yo animal. Si no, Sherri Rivergirl iba a trabajar horas extra.

Pero Dorian se detuvo. Nell no huía. Al contrario, se había levantado sobre las patas traseras y lo miraba desafiante. Cuando Dorian, desconcertado, se acercó un paso más, el ratón se abalanzó hacia él… ¡y el gato retrocedió! En cuanto se atrevió a dar otro paso hacia delante, Nell lo atacó por segunda vez. Dorian, sin demasiado entusiasmo, intentaba alcanzarla con la pata. Nell lo esquivaba con facilidad y, de pronto, salió como un rayo y se escondió en la mochila de Viola.

—Estupendo. Se acabó —dijo Bill Brighteye—. Nell, un sobresaliente. Has reaccionado como es debido, es decir, de un modo que tu contrincante no se esperaba.



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