La superviviente by Katherine Applegate

La superviviente by Katherine Applegate

autor:Katherine Applegate [Applegate, Katherine]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-527-714-1
editor: Océano Gran Travesía
publicado: 2018-10-19T00:00:00+00:00


—Tienen que ocultarse —nos dijo Luca a Gambler y a mí—. Podemos explicarle nuestra presencia aquí a la guardia, pero no la de un felivet y menos la de una dairne. Incluso si fingieras ser perro, se darán cuenta de la verdad si te examinan de cerca.

Oí al menos seis pares de pies humanos subiendo las escaleras. ¿Nos habrían visto? ¿O sería un patrullaje de rutina?

Busqué desesperadamente por el lugar. Sillones, mesas, espejos, baúles… ¡Un baúl, sí! Gambler pensó en las vigas del techo. Se decidió por una viga de sostén transversal unos cuatro metros por encima de nosotros. Se acurrucó, meneó sus cuartos traseros mientras calculaba el salto, y pareció levitar hacia lo alto, para aterrizar en la viga, como si hiciera algo semejante todos los días de su vida. Y me di cuenta de que probablemente así era.

Abrí un baúl polvoriento, lleno a medias de ropa deteriorada. Me metí y cerré la tapa justo cuando los humanos entraron a la sala.

—Aquí es —atronó una voz cruda—. ¿Qué está pasando aquí?

—Estamos mirando la ceremonia de extinción —habló Luca.

—¿No saben que este edificio está cerrado? ¿Y quiénes se creen que son ustedes?

—Sólo buscábamos algo de privacidad —ahora hablaba Kharu—. Luca y yo… bueno… a nuestros padres no les gusta que… pero nosotros la pasamos tan bien juntos.

Las palabras de Kharu eran tan evidentemente falsas que no podía creer que sirvieran para convencer a la guardia.

—¡Ay, el amor de juventud! —dijo otra voz, más refinada.

—Bueno, yo no lo llamaría amor —comentó Luca, y se oía avergonzado.

—¡No fue lo que me dijiste hace una hora! —protestó Kharu.

El baúl amortiguaba los sonidos, pero todavía alcanzaba a oír la voz de Araktik en el escenario:

—Gracias a la generosidad de nuestro Murdano, grande y magnífico, ahora estamos reunidos para lamentar…

—Ya sea amor o no, tienen que irse de aquí —dijo el primer humano.

—Sí, me temo que sí —admitió la segunda voz—, o nos veremos forzados a arrestarlos y a echar a perder este día tan importante.

—Pero si sólo queremos… —protestó Kharu.

—Ah, ah, ah —dijo la segunda voz, en tono más firme pero todavía divertido.

—Entonces, supongo que tendremos que reunirnos con nuestro amigo Vallino —respondió Kharu, levantando la voz para que la oyéramos.

—Y llévense a esa bola de pelos con ustedes —dijo el primero.

Oí que Tobble murmuraba:

—¡Bola de pelos!

Tres pares de pies dejaron la habitación. Pero los guardias no los siguieron.

—Veamos por aquí a ver si encontramos algo… algo útil —dijo la voz refinada.

—¿Útil? —rio el otro—. Y valioso, ¿o no?

Oí ruido de cosas que movían y volcaban. Contuve la respiración y di gracias por el mal oído de los humanos. Un felivet no tendría la menor dificultad en distinguir el latir frenético de mi corazón.

Los pasos se detuvieron justo al lado de mi escondrijo. La tapa se abrió, y me vi mirando hacia una cara barbada.

—¡Ajá! —gritó el guardia.

—¡Grooooooaaaarrr!

Gambler rugió, y el sonido hizo temblar las paredes. El hombre se tambaleó retrocediendo, y desenfundó su espada. El enorme felivet se posó en el suelo sin hacer ruido.



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