La sombra del cuervo rojo: Volumen 1 by Cris Ortega

La sombra del cuervo rojo: Volumen 1 by Cris Ortega

autor:Cris Ortega
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico, Novela
publicado: 2016-10-15T23:00:00+00:00


Como había asegurado mi tío, el pueblo de Lanfair era pequeño y tranquilo, compuesto por casas de un solo piso hechas de adobe y madera. La mayoría de los que vivían allí eran granjeros que se ganaban la vida cultivando las tierras fértiles que lindaban con el bosque. Los miembros de la compañía acudían a menudo a este lugar cuando querían tomarse un descanso, así que sus habitantes nos recibieron como si fuéramos viejos amigos. El único alojamiento disponible era una pequeña taberna, cuyo dueño dispuso para nosotros una habitación angosta con varios camastros pegados unos a otros. No resultaba cómoda ni acogedora, pero siempre era mejor que dormir en el suelo de un bosque. Los amigos de Sten estaban encantados con esta ubicación, porque podían pasarse el día entero en la taberna. Al ritmo al que engullían cerveza, temía que acabarían con las reservas del pueblo en cuestión de días.

Pero no todo fue diversión. Aproveché aquella oportunidad para entrenar con ellos; practicar movimientos de lucha con hombres diestros en el uso de armas era muy distinto a hacerlo con los novatos de la Academia, o con los maestros, que siempre procuraban mantener el control. Mi tío y sus mercenarios no eran tan cuidadosos, ni retenían sus golpes ni me permitían contraatacar, si podían evitarlo. Además, conocían muchas maniobras que de ninguna manera habría podido aprender en la Academia o bajo la tutela de mi padre, por ser consideradas poco decentes por las gentes respetables. Compartir mi día a día con ellos fue una experiencia renovadora, carente de la sensación constante de ser juzgado por otros a la que tanto me había acostumbrado.

Durante el tiempo que permanecimos en Lanfair llegaron a menudo mensajeros que traían misivas para mi tío. Parecía que no estaba tan desvinculado del trabajo como había dado a entender. No solía hablar de su contenido, pero a veces se ausentaba durante horas para escribir las respuestas.

Cuando, varias jornadas después de nuestra llegada, me encontré con uno de estos mensajeros esperando en la puerta de la taberna, no me pareció extraño. Sin decir nada, entré en el recinto y hallé a mi tío sentado en una de las mesas, con toda su atención centrada en el pergamino en el que escribía con letra fina y alargada. Me acerqué en silencio, tratando de no importunarle.

—Se me ha acabado el lacre, ¿podrías pasarme otra barra? La tengo dentro de esa bolsa que tienes al lado —dijo, sin levantar la mirada.

Sobre una silla había una bolsa de piel que contenía documentos y varios instrumentos de escritura. Revolví entre ellos hasta hallar una pequeña barra de lacre, pero, cuando la tuve en la mano, algo llamó mi atención: un pequeño sello dorado con una estampa poco habitual coronaba uno de los documentos. Al fijarme, reconocí la forma peculiar de un alicanto esculpida en el sello, con su plumaje dorado, su cabeza parecida a un cisne de pico encorvado y su larga cola que se curvaba para formar el borde de la imagen. Aquel era el inconfundible sello real de Shador.



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