La sangre de Aenarion by William King

La sangre de Aenarion by William King

autor:William King [King, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


TRECE

Al llegar a casa, el príncipe Iltharis se dirigió hacia sus aposentos, situados en el ala antigua del palacio de Monte de Plata, en la planta baja. El edificio era sumamente antiguo, y esa parte no parecía haber sido sometida a muchas reformas en los últimos siglos.

Dos tapices de más de dos mil años de antigüedad colgaban de la pared, conservados por la magia entretejida en ellos. Los pasillos estaban flanqueados por bustos con la cara de elfos muertos milenios antes, pero que aún eran recordados y venerados por sus descendientes.

Iltharis miró a su alrededor, sonriendo con afecto, y luego cerró la puerta con llave. Echó las cortinas para impedir que entrara la luz y luego se retiró hacia las habitaciones situadas más al interior, cerrando las puertas con llave a su paso.

Una vez llegó a la habitación situada más al fondo de sus aposentos, abrió con una llave un armario de cristal y sacó un narguile y algunas varillas de incienso. De dentro de una bolsita extrajo un narcótico de bastante dudosa reputación, además de muy costoso, y lo metió dentro del narguile antes de encenderlo, de modo que el aroma fuera ligeramente perceptible en todas las habitaciones y le proporcionara una explicación plausible para cualquiera que se preguntara por qué había echado llave a tantas puertas.

Hizo girar la llave dentro de la última cerradura, que era muy sólida, al igual que la puerta en la que estaba encajada. Se había colocado en tiempos más revueltos con el fin de proteger a los ocupantes de los asesinos profesionales. Para derribar esa puerta se necesitarían un grupo de elfos fuertes, y mucho tiempo.

Una vez completados los preparativos, apartó los drapeados de la pared y, con la facilidad de la larga práctica, presionó una placa que había en la pared. Una sección del muro rotó y dejó a la vista un pasadizo secreto que había al otro lado. Originalmente se había construido como una vía de escape para los ocupantes de la cámara protegidos por aquella recia puerta. Iltharis cerró el panel secreto a sus espaldas y descendió por la rampa que recorría una larga distancia por debajo de la ciudad.

El aire se volvió más viciado, con olor a humedad. El pasadizo se hizo más oscuro. El príncipe Iltharis avanzaba por él con notable soltura, habida cuenta de la ausencia de luz. Finalmente, sus pasos lo llevaron hasta un final sin salida. Allí levantó una mano y encontró otra placa situada demasiado arriba como para que alguien pudiera encontrarla por casualidad. Se abrió otra puerta secreta. Iltharis la atravesó y la cerró detrás de sí; a continuación extendió una mano y encontró una linterna colgada, que encendió de inmediato. En aquel lugar, en las profundidades de la Tierra, protegido por una gran cantidad de hechizos y de toneladas de sólida roca situadas por encima de él, contempló un potente artefacto mágico.

En el centro de la sala se erguía un enorme espejo plateado. Estudió su reflejo en él durante un momento, sonrió y tragó con nerviosismo.



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