La retirada by Noam Chomsky & Vijay Prashad

autor:Noam Chomsky & Vijay Prashad [Chomsky, Noam & Prashad, Vijay]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-23T00:00:00+00:00

Noam: Para entender realmente Irak hay que remontarse a 1979. Fue entonces cuando la política estadounidense con respecto a dicho país cambió de manera radical y se empezó a prestar un fuerte apoyo a Sadam Huseín, lo cual tenía que ver sobre todo con Irán. En cuanto se produjo la Revolución iraní ese año y se impuso la República Islámica, la administración Carter ordenó al general Robert Huyser que provocara una sublevación militar, derrocara al nuevo Gobierno y restaurara al sah o a algún otro dictador similar; pero no lo consiguieron. El asesor de Seguridad Nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski, fue bastante explícito al respecto, al igual que el último embajador israelí de facto en Teherán, Uri Lubrani, que adoptó una postura aún más extrema, afirmando: «Si estás dispuesto a matar a diez mil personas en las calles, podrías restaurar al sah…». Cuando Irak invadió Irán, en 1980, Estados Unidos pasó de inmediato a proporcionar un gran apoyo a los iraquíes. Hay una famosa fotografía de Donald Rumsfeld dándole la mano a Sadam Huseín y haciendo tratos con él para enviarle armas a fin de apoyar la injustificada invasión de Irán, una invasión brutal y criminal que provocó la muerte de cientos de miles de iraníes. El ejército de Irak utilizó armas químicas contra los iraníes y los kurdos iraquíes, e incluso contra su propia población; y esas armas procedían de Occidente. Ronald Reagan en persona negó que eso hubiera sucedido. Echaron la culpa a Irán, pero Irán no perpetró ninguna de aquellas atrocidades. Reagan intervino para bloquear cualquier declaración del Congreso que se opusiera al uso de armas químicas contra los kurdos. Más tarde, eso se aduciría como una de las razones para derrocar a Sadam Huseín. Pero, de hecho, la historia de amor entre Estados Unidos y Sadam era tan intensa que este último recibió un regalo que no podía recibir ningún otro país, salvo Israel: la autorización para atacar un buque de guerra estadounidense y no sufrir represalias.

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