La red de Indra by Juan Miguel Aguilera

La red de Indra by Juan Miguel Aguilera

autor:Juan Miguel Aguilera [Juan Miguel Aguilera]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: F
editor: SAGA Egmont
publicado: 2021-07-05T00:00:00+00:00


30

Laura abrió los ojos y parpadeó.

Su primer pensamiento fue: No nos hemos movido, algo ha fallado.

Pero no era así. Sólo hay una forma físicamente posible de cruzar por el centro de la Singularidad y seguir con vida: habían viajado.

Pero, ¿adónde?

Estaba aturdida por un intenso mareo, como el que sentiría alguien al bajar de una gigantesca montaña rusa. Los canales semicirculares de sus oídos le confirmaban que algo extraño había pasado, que se había producido un desplazamiento. Logró enfocar la vista, y lo primero que vio con claridad fue el techo arrugado y lleno de agujeros de la cabina del Osprey.

—La fuerza de marea nos arrancó las alas —dijo la voz de Neko a su derecha. Ella se volvió hacia el muchacho, que en ese momento estaba siendo atendido por Kreczsinsky—. Es evidente que este no era el aparato ideal para cruzar por el anillo de Singularidad. Pero estamos al otro lado.

Albert Kreczsinsky terminó de vendar la frente a Neko y fue en busca de alguien más a quién ayudar. Laura miro detrás de él y vio a varias siluetas moviéndose por los restos retorcidos del avión. Los soldados Delta se desplazaban entre ellos atendiendo a los heridos.

—¿Hay bajas? —murmuró.

—Sólo ese muchacho de los informáticos, Lorenzo. El resto son heridas leves, contusiones y cortes superficiales. Hemos tenido mucha suerte.

Sí, pensó Laura. Pero, ¿dónde estamos?

Miró la placa medidora que llevaba prendida de la solapa. Verde, lo que significaba que no había registrado ninguna radiación peligrosa. ¿Cómo es posible después de los estallidos radioactivos que observamos durante los experimentos, cada vez que la Singularidad se tragaba algo?

La cabina estaba de lado. La portezuela situada junto al asiento del copiloto miraba hacia arriba y estaba abierta. Ni Jim ni el piloto estaban en sus puestos. Laura se puso en pie y se libró de su arnés de seguridad. Empezó a trepar sujetándose a los cinturones que colgaban de la carlinga.

—Espérame, doctora —la llamó Neko, mientras se esforzaba por levantare para ir detrás de ella.

Laura se asomó por la portezuela abierta. Aparentemente, seguían dentro del tubo del Diábolo, en el interior de la Geoda. Ahora con el anillo de Singularidad a sus espaldas en lugar de frente a ellos. Le pareció que el halo iridiscente, si era el mismo brillaba con menos intensidad que antes.

Jim estaba frente al morro del avión, junto el capitán de los Deltas. Manipulaban un aparato de radio e intentaban establecer comunicación con algún lugar exterior a la base. Pero seguían sin conseguir que nadie respondiese. Jim probaba varios canales, sin encontrar otra cosa que estática. Al cabo de un rato, desanimado, sacudió la cabeza. A unos pasos de ellos, Snoopy había encendido una linterna y dirigía el haz hacia diferentes puntos a su alrededor. Era un aparato muy potente, con luz halógena y un anillo de lentes para enfocar el rayo. Comprobó que seguían en el interior del Diábolo, rodeados de la conocida cáscara de diamante negro.

Neko apareció de repente al lado de Laura.

—¡Mira eso, doctora! —exclamó señalando hacia un punto situado frente al aparato.



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