La rebelión de la Rata Cornuda by Guy Haley

La rebelión de la Rata Cornuda by Guy Haley

autor:Guy Haley [Haley, Guy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-12-31T16:00:00+00:00


—¡Cargar-matar! —chilló Queek. Saltó de una piedra a otra y luego sobre los enanos.

El tiempo se detuvo en su veloz mente de skaven. Fiaba su vida a su destreza y reaccionaba sin pensar. En la lucha no tenía que preocuparse de señores intrigantes, subalternos y señores de las alimañas. Aquí era el más poderoso, el inigualable Queek, ¡el guerrero skaven más fabuloso que haya existido jamás! Ni más, ni menos.

Saltaba y se abría paso a través de la masa de las torpes cosas-barbudas, a las que mataba con tremenda facilidad. ¡Qué lentos eran sus martillos! A su Guardia Roja, no tan poderosa como él, no les iba tan bien contra la élite de los pelos-largos, pero daba igual. Queek sólo necesitaba un poco de tiempo, y de momento la Guardia Roja conservaba el valor y sus miembros seguían reemplazando a los camaradas muertos en la montaña de escombros: delante de ellos peleaba Ska Coladesangre, que abatía enanos en cada acometida de sus poderosas garras.

Queek había ascendido a la montaña a cierta distancia del rey enano. Una vez que se adentró en las apretadas filas de cosas-barbudas, enfiló hacia Belegar sembrando de cadáveres el camino. Los enanos, pegados unos a otros, eran una presa fácil.

Un cuerno sonó a unos cuantos metros de donde estaba y su espantosa estridencia hirió sus oídos. Se oyó el ruido de la puerta de piedra levantándose y poco después se produjo una alteración en el sonido de la batalla, pero Queek estaba demasiado absorto en su propio tumulto, demasiado concentrado en el rey enano, para darse cuenta de lo que presagiaba ese cambio.

Belegar se dio la vuelta para encarar al Coleccionista de Cabezas con una expresión triunfal en el rostro chato y graciosamente peludo y lanzó un grito desafiante al señor de la guerra, que sonrió de oreja a oreja.

Queek saltó desde la espalda de una de las carnes-duras del rey que acababa de matar y acabó con otros dos enanos antes de que sus garras volvieran a pisar las piedras: se agachó para esquivar un martillazo y murieron tres enanos más.

El Coleccionista de Cabezas se encontró entonces ante el rey Belegar. La cosa-barbuda lo miraba con ojos llameantes; todo su cuerpo rezumaba odio y su larga barba se erizó en su cara, por lo demás, sin pelo, mientras aferraba con fuerza el martillo.

—Tú, decirme, cosa-barbuda Belegar, ¿ni querer luchar con Queek? ¡Bien-bien! ¡Queek estar aquí! —dijo el Coleccionista de Cabezas. Siempre empleaba el Kliazalid cuando hablaba con las cosas-enanos. Eso los sacaba de sus casillas.

Queek se lanzó hacia el rey enano con tal velocidad que apenas si pudieron seguirse sus movimientos. Sin embargo, Belegar estaba preparado; se apartó de la trayectoria del señor de la guerra y le asestó un potente golpe en la hombrera. Queek giró al notar el impacto y salvó el hombro, pero la pieza de la armadura se partió con una lluvia de fulgurantes esquirlas metálicas de color negro verdoso. El Coleccionista de Cabezas chilló, sorprendido, y Belegar se tambaleó, golpeado por la magia de la armadura de disformidad de Queek.



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