La Princesa Y El Plebeyo by Nora Roberts

La Princesa Y El Plebeyo by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Nora Roberts]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela Romántica
publicado: 2011-04-06T15:51:34+00:00


Capítulo 7

Al igual que muchas otras cosas, quizá demasiadas, Brie había olvidado lo que era relajarse. Y descubrirlo no solo resulto placentero, sin también deliciosamente fácil. Solo esperaba que, cuando le sobrevinieran otros recuerdos, fueran así de dulces.

Había, además, otra cosa de la que podía estar segura: se sentía tan a gusto en el mar como en tierra firme. Descubrir que sabía cómo manejar velas y jarcias era, al igual que el hecho de poder relajarse, un placer sencillo, pero no por ello menos importante. Ahora sabía que tenía fuerza, capacidad y destreza para manejar un barco. De eso estaba completamente segura. Cuando prestaba atención al ruido que hacía el agua batiendo contra el casco, a medida que la embarcación ganaba velocidad, tenía la certeza de que había escuchado aquel sonido muchas otras veces, aunque no recordara cómo, ni dónde.

Navegar era una de las grandes pasiones de Gabriella. Todas las personas con las que Reeve había hablado se lo habían dicho. Así pues, al darse cuenta de que la angustia y el desasosiego de Brie no remitían, pese a que ella se esforzara en fingir lo contrario, se le había ocurrido la idea de ir a pasar un día en el mar. Brie le había dicho que no fuera amable con ella, pero no siempre era posible cumplir las órdenes, ni siquiera las de una princesa.

Dejándose guiar por su instinto, Reeve le dejó el timón a Brie en cuanto se adentraron en el mar. En cierto momento, la vio variar levemente el ángulo del timón, colocándose de espaldas al viento. Él, a su vez, tiró de los cabos para tensar y aquietar las velas que ondulaban al viento. El barco viró de través y comenzó a ganar velocidad. Reeve oyó que Brie se echaba a reír viendo cómo se henchían las velas.

—Es maravilloso —gritó ella—. Maravilloso. Es tan sencillo, tan liberador...

El viento la llenaba de alegría. En aquella primera salida, necesitaba que el barco se deslizara a toda velocidad sobre las olas. Después de pasar tanto tiempo sometida al poder de otros, tener en sus manos el mando de la embarcación resultaba casi embriagador. Al fin había encontrado algo que podía controlar, y manejaba con destreza la caña del timón, ajustando su posición, al igual que hacía Reeve con las velas, para que el barco siguiera avanzando a su máxima velocidad. Los muros, las obligaciones, las responsabilidades, todo eso desapareció de golpe. Allí solo había el mar y el viento. Allí, el tiempo carecía de importancia. Brie podía olvidarse de su transcurrir, como quizá había hecho muchas otras veces. Y como sin duda volvería a hacerlo. El sol parecía estar de fiesta. Radiante, pletórico y caliente. Amarillo en el cielo, blanco en el agua.

Brie mantuvo el timón sujeto con la rodilla y se quitó la amplia camisa de algodón que llevaba puesta. Su pequeño biquini parecía desafiar al pudor. Deseaba sentir el sol y el viento sobre la piel, de modo que maniobró con destreza para evitar cruzarse con otros barcos.



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