La prima mayor by Laura Gost

La prima mayor by Laura Gost

autor:Laura Gost
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2020-07-14T16:00:00+00:00


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Mis amigas y yo llegamos a la playa cuando el ambiente ya vibraba y la zona se iba llenando de gente. Yo estaba dispuesta a no beber nada de alcohol, pero al final, por la pereza que me daba apartarme de la tendencia mayoritaria y, en parte, por las ganas atroces que me despertaba la posibilidad de sentirme integrada en la primera fiesta cien por cien adolescente y alocada a la que asistía, acabé bebiendo cerveza con limonada (la segunda en una proporción superior a la primera). Fui tomándomela a pequeños sorbos durante toda la noche, de tal forma que cuando fue hora de volver a casa, aún quedaba la mitad en el vaso de plástico.

Anna, que se consideraba la mayor porque había nacido en enero, y por ello era la más experta de entre todas las amigas del grupo de la clase, sacó un paquete de cigarrillos de su bolso y nos invitó a las demás a que cogiéramos uno. Cristina y yo rehusamos su ofrecimiento, pero no fuimos lo suficientemente fuertes como para mantenernos firmes en nuestra negativa a probar siquiera una calada. Cuando sentí el humo que me quemaba la garganta por dentro, tosí con violencia, di otro sorbo a mi bebida y volví a toser. Pero lo que más miedo me daba en ese momento no era que el humo hubiese penetrado dentro de mi organismo impecable y hubiese contaminado mis pulmones limpios; lo que realmente me aterraba era la posibilidad de que, con la tosecilla insistente, el rímel se hubiese corrido para hacerme parecer, tal como decía mi madre, un koala.

Pregunté a mis amigas si aún se mantenía mi maquillaje en perfecto estado, y ellas me dijeron que sí. Sin embargo, en la expresión siempre franca e inevitablemente honesta de Cristina capté una leve desaprobación hacia un desperfecto en mi maquillaje exquisito que había ocurrido después de expulsar, sin ningún tipo de decoro, aquel humo cargado de nicotina. Juntas fuimos a buscar uno de esos contenedores que hacían la función de baños públicos en las fiestas al aire libre. A pesar de que Maria me advirtió que no solía haber espejos en aquellos cubículos, las otras dos apoyaron mi decisión de comprobarlo por si acaso sí lo hubiera y corregir así convenientemente el desvío del lápiz de ojos.

De camino al baño, mientras mis tacones se hundían en la arena, maldije el momento en que, haciendo caso omiso de las recomendaciones de mi padre, me había acabado poniendo zapatos de tacón alto. Estaba tan concentrada calculando la presión que tenía que ejercer sobre mis extremidades inferiores para agilizar los pasos, que no me di cuenta de que Miquel Montsó estaba a pocos metros de mí, acompañado de un amigo, y que me estaban haciendo señales con la mano.

—¡Rosa! —gritó entonces, y levanté la cabeza del suelo.

Los saludé con la mano y me acerqué a ellos. Miquel Montsó estaba con Josep No-sé-qué, un chico que iba a clase con él y con Tina y que tenía fama de ser muy tímido.



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