La perdición del lobo by Guy Haley

La perdición del lobo by Guy Haley

autor:Guy Haley [Haley, Guy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


* * *

En invierno, las pisadas hacen un ruido particular. El crujido del aire al pisar la nieve comprimida, el siseo de los pies al deslizarse sobre los pequeños cristales de hielo. Es un sonido que evoca paz. Es el sonido de la muerte. La muerte acecha cuando sales en estaciones adversas mientras otras criaturas más sensatas duermen. La paz reside en el vacío del mundo, donde un hombre puede quedarse solo bajo las cúpulas de la creación sin que nada lo perturbe. En lugares así no existen límites entre la vida y la muerte. La línea entre ambas se difumina. Es fácil aprender en ese tipo de entornos, al igual que fundirse con ellos, dejar que el cuerpo se enfríe y que el alma se eleve. En lugares así, es fácil rendirse.

Pero a Russ el sonido de las pisadas en invierno le sonaban tan familiares como el de los latidos del corazón.

La blancura se transformó en una penumbra azul. Abrió la boca e inspiró una ráfaga de aire. Los pulmones ya no le ardían, sino que se le congelaban por culpa de un viento gélido y doloroso. Tenía los ojos abiertos, pero la superficie húmeda de estos se había helado. Sin embargo, como si acabase de despertar de un encantamiento, había recuperado la vista.

Las pisadas que oía eran las suyas. Caminaba sobre un campo de nieve, atravesando con los pies la superficie endurecida hasta llegar al polvo que había debajo. Con cada paso, las piernas se le hundían hasta las rodillas. Aminoró la marcha y luego se detuvo.

El manto de la noche iluminaba el mundo con un tono azul sutil. Mil millones de cristales de hielo intercambiaban guiños con mil millones de estrellas en el cielo, como si estuvieran sumidos en un ritual de cortejo cósmico.

Leman Russ dio media vuelta. Aunque había oído sus pasos y notaba que avanzaba sobre la nieve, no vio ningún rastro de huellas tras de sí. Por todas partes, los horizontes blanquiazules se fundían con el cielo negro azulado en una frontera intransigente. El frío se le clavaba en las espinillas como el hierro. Le desgarraba los pulmones como una garra gélida. Las estrellas eran extrañas, y las bajas temperaturas resultaban más insufribles que la noche fenrisiana más letal. De no ser por su cuerpo de primarca, ya habría muerto.

Las enseñanzas del Emperador habían calado hondo en él. Los dioses no existían, como tampoco la magia ni las cruzadas oníricas ni las visiones. Esas experiencias solo eran manifestaciones de la disformidad que la conciencia humana decidía filtrar. En el sentido más objetivo, no eran reales. Lo que sí existía eran las ciencias de la mente y del alma. Y esa era la Verdad Imperial tal y como Él la enseñaba.

Sin embargo, antes de encontrarse con el Emperador, Russ había recibido las enseñanzas de los gothi. Lo habían criado para creer en criaturas y fantasmas, en que el kaboldr y el vengr emergían del Subuniverso para añadirle un peligro sobrenatural a un mundo donde las amenazas mortales abundaban.



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