La palabra bonita by Elisa Gabbert

La palabra bonita by Elisa Gabbert

autor:Elisa Gabbert
La lengua: spa
Format: epub
editor: Tránsito
publicado: 2022-02-15T00:00:00+00:00


El punto de tangencia

Sobre la digresión

Al escribir un poema, a menudo tengo la impresión de que trabajo con una cantidad finita de material, como un bloque de piedra con el que tuviese que tallar una escultura. Se trata de un trabajo exigente, perfeccionista, y si descascaro demasiada piedra no hay vuelta atrás.

La prosa, por el contrario, parece regenerarse por sí sola, como esas plantas decorativas de los acuarios que se clonan a sí mismas sin problema y que, después de que unas cuantas escaparan del Museo Oceanográfico de Mónaco al Mediterráneo, se descubrió que eran altamente tóxicas para la vida marina (al menos, según un programa especial y alarmista de la serie NOVA que vi hace muchos años; ahora su toxicidad es motivo de debate). En prosa no hay escasez de material. Si te atascas, haces una digresión. Llenas la página sin más.

Escuché la expresión «irse por la tangente» antes de aprender el significado geométrico de tangente, definida por la Wikipedia como una línea «que “sólo toca”» una curva en un punto (eso me contaron en matemáticas, la Wikipedia está muy bien, es decir, que es fiable, útil y precisa, sin sesgos obvios; aun así, me veo seducida por la subjetividad de esas comillas de sentido especial, que evocan una voz fantasmal). Se crea una metáfora elegante, si bien hiperbólica, al tomar prestado un término de la geometría para describir la digresión: la línea que sólo se conecta en un único punto y luego se extiende hasta el infinito.

La expresión «irse por» hace que la tangente suene poco deseable, como una diatriba no provocada. Sin embargo, al escribir o conversar, la tangente puede ser la parte más interesante, inesperada e imposible de reprimir. No se trata de un non sequitur —literalmente, «que no sigue»— con su consecuente pérdida de continuidad lógica. La digresión sí que sigue, sólo que no necesariamente da la vuelta y se conecta con el principio.

Los ensayos que incluyen digresiones adrede parecen ser populares. ¿Estamos en mitad de una tendencia, o es sólo que me he fijado más en ello últimamente? Desde luego no son nada nuevo. En los ensayos «imprecisos, sin estructura, discursivos» de Michel de Montaigne «llenos de irrelevancias deliberadas» (como nos cuenta la introducción de Stuart Hampshire a Complete Works, la recopilación de la obra de Montaigne editada por Everyman’s Library) había digresión de sobra. El texto sobre la amistad, «Of Friendship», comienza, de siempre, con algo tangencial:



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