La Noche De Los Regalos: by Mike Lightwood

La Noche De Los Regalos: by Mike Lightwood

autor:Mike Lightwood [Lightwood, Mike]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, LGBTQ+, Gay, Ficción, General, LGBTIQA+, LGTBIQA+
Amazon: B07MH725P3
editor: MaikoBooks
publicado: 2019-01-02T22:00:00+00:00


*

Me despierto con el ruido de la puerta cerrándose, y entorno los ojos para ver a Sergio entrando en la habitación.

—¿Que haces? —pregunto con voz pastosa a causa del sueño.

—Perdona. Es que tenía que ir al baño.

—¿Me pasas el pijama? Hace un poco de frío.

Él ya se ha puesto el suyo, y coge el mío de encima de la silla y me lo lanza.

—¿Crees que habrán venido ya los Reyes Magos? —pregunto cuando termino de ponérmelo.

Él suelta una carcajada mientras se sienta a mi lado.

—No lo sé. ¿Vamos a mirar? —sugiere con un susurro conspiratorio.

—¿Y si están poniendo los regalos y nos pillan?

—Eso no va a pasar, tranquilo.

—Es que imagínate que pasa —insisto—. Si nos pillan y piensan que estamos intentando descubrirlos, se llevarán todos los regalos y no nos dejarán nada más que carbón.

—Idiota.

—Tú más —replico, dándole con la almohada en la cabeza.

Él coge un cojín y me devuelve el golpe. Yo trato de defenderme, pero él es demasiado fuerte para mí, así que tras un par de minutos de silencioso forcejeo, acabo tumbado boca arriba en la cama, con los brazos arriba y bien sujetos por los suyos. Trato de liberarme, aunque sé que es en vano. Lo único que puedo mover son las piernas, así que trato de darle una patada, pero él se da cuenta enseguida y baja las suyas, inmovilizándome por completo.

Está claro que no es buena idea tratar de enfrentarte a alguien que te saca varios cinturones de judo y como veinte kilos de peso.

—¿Te rindes? —me susurra al oído, provocándome un cosquilleo que me recorre todo el cuerpo.

—Jamás.

—Tú lo has querido.

Con la boca todavía contra mi oído, comienza a mover las caderas con suavidad, primero muy despacio, de forma casi imperceptible, y después aumentando poco a poco la velocidad hasta acabar restregándose conmigo de una forma bastante clara. Enseguida noto cómo crece el bulto en sus pantalones, propiciando la misma reacción por mi parte. Y el hecho de tener su boca pegada a mi oreja y de sentir su cálido aliento y su respiración en mi oído no ayuda en absoluto. Y más aún cuando acuden a mi mente los recuerdos de lo que hemos hecho hace solo unas horas, en esta misma cama.

¿Qué puedo decir? Solo tengo dieciocho años, así que estoy en plena efervescencia hormonal. Estas cosas pasan.

—¿Otra vez? —pregunto con picardía, acompañando el movimiento de sus caderas con las mías propias.

—Mejor no —responde, y me guiña un ojo mientras se separa de mí—. A ver si nos van a pillar los Reyes Magos y no nos van a regalar nada por portarnos mal.

Y, sin más, se pone en pie y me tira el cojín, al tiempo que se recoloca el pantalón del pijama para disimular

(muy mal)

su erección.

—¡Sergio!

—¿Qué pasa?

—Que eres malo —respondo, tirándole yo ahora el cojín. Trato de golpearle en la cara con todas mis fuerzas, pero él lo atrapa en el aire como si nada—. No está bien calentar lo que no te vas a comer.

Me mira en silencio durante unos instantes, con expresión incrédula.



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