La noche de Damballah by Jordi Solé Comas

La noche de Damballah by Jordi Solé Comas

autor:Jordi Solé Comas [Solé Comas, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2015-01-21T00:00:00+00:00


* * *

—¿Por qué le han hecho eso? ¿Por qué?

Era la primera vez que abría la boca desde que abandonaron el edificio, ya hacía más de media hora. Artigas suspiró, aliviado. Estaba empezando a preocuparse. Aun así, decidió ser brutalmente sincero.

—No querían hacérselo a ella. Iban a por ti.

—¿A por mí? —incrédula.

—¿A por quién si no? Tu casa, tus cosas…, tú. ¿No es evidente? Habrán creído que te estabas acercando demasiado y han cortado por lo sano. Te dije que el tal Kabiru era un hijoputa muy peligroso. ¿Tienes idea de cómo ha podido saber que lo investigabas?

Mònica se paró a pensar.

—Quizás alguien de la asociación les fue con el cuento. No lo sé. —Todavía estaba en shock. Seguía pálida como una mortaja.

Artigas lo consideró. Sí, era muy probable. Pero había más maneras. Quizás había alguien vigilando el apartamento de Anna cuando estuvieron allí y luego la siguieron hasta casa.

Daba igual cómo. El caso era que había subestimado al negro de los cojones y se había dedicado a ligar con Lois en lugar de irle a la yugular a Kabiru. Y, como resultado, ahora tenía otra chica muerta en su casillero. Menudo justiciero de mierda estaba hecho. De no haberla tenido a ella allí, se habría dado de cabezazos contra el volante.

La miró de soslayo. Temblaba como una hoja. Tuvo miedo de haberse pasado haciéndole ver que su amiga había muerto en su lugar. Pero ya era tarde para ponerle remedio. Y, antes o después, se habría dado cuenta.

Mejor antes.

Circulaban por el Passeig de Sant Joan, en dirección a la parte alta de la ciudad. El tráfico era escaso y tampoco se veían excesivos transeúntes. Mònica pareció salir del trance. Las manos dejaron de moverse por su cuenta.

—¿Adónde vamos?

—Al piso de mis padres. Si han querido quitarte de en medio es posible que también vayan a por mí. Tenemos que escondernos y pensar. Mi casa es tan poco segura como la tuya. Pero la de mis padres no pueden conocerla. Nunca llevo a nadie y ni siquiera está a mi nombre. Pasaremos la noche allí y por la mañana, con las ideas más claras, veremos qué hacer.

Mònica asintió. Iba saliendo lentamente del trance.

—¿Por qué no has llamado a la policía?

No había rastro de acusación en la pregunta. Solo curiosidad.

Estaban los dos hasta el cuello en aquel asunto. No tenía sentido continuar ocultándole cosas. Artigas suspiró:

—Estoy solo en esto. Ni siquiera investigo de manera oficial. Los de arriba no tienen ningún interés en resolverlo. Solo les importa que no salga a la luz. Que no afee la foto. Pero la muerte de tu amiga es harina de otro costal. Un asesinato como este levantará polvareda. Y con mi expediente, seguro que me estallaba en la cara.

Ella lo miró, inexpresiva. No tenía sentido simular que no sabía de qué le estaba hablando. Pero tenía otras dudas:

—Todavía no me has contado por qué te estás implicando tanto. ¿Conocías a la chica?

¿Qué le pasaba a todo el mundo con sus motivaciones? ¿Daban una recompensa por la respuesta?

Pero, al menos, mientras hablaban ella recuperaba el control.



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