LA MUJER SERPIENTE: (UNA NOVELA ZOMBIE JUVENIL EN EL ANTIGUO EGIPTO) by Javier Cosnava

LA MUJER SERPIENTE: (UNA NOVELA ZOMBIE JUVENIL EN EL ANTIGUO EGIPTO) by Javier Cosnava

autor:Javier Cosnava
La lengua: spa
Format: mobi
publicado: 2014-10-30T23:00:00+00:00


Aquel día corría un aire helado en la calle. Senmontu y Takratis estaban, como cada tarde, al abrigo del kiosco, a punto de marchar hacia sus casas. Hoy, sin embargo, tenían las piernas doloridas, las rodillas en carne viva, y temblaban de cabeza a los pies cada vez que se atrevían a dar un paso, tan débiles y exhaustas se encontraban.

En la puerta de Petámenos, Escuela Griega para Niños Griegos, aguardaba un desconcertado Eurionupis con una rosa de madera en la mano, incapaz de reconocer a su amada Senai de entre el mar de rostros juveniles que salían en bandadas por las puertas del colegio. El niño miraba en derredor con sus ojos masacrados, tratando en vano de hallar a aquella niña malvada que los hados habían querido vestir ante su corazón como la mejor y más perfecta de las jóvenes.

Senmontu contemplaba a Eurionupis dar vueltas delante de la escuela de Petámenos cuando esta cerró por fin, y estaba ya a apunto de acercarse a explicarle la causa de la desaparición de Senai, cuando un hombre abordó al niño y le entregó una carta. Senmontu le reconoció al instante, era un mensajero de la casa de Clito, el padre de Senai.

—¿Has visto eso? —dijo Takratis a su lado. Senmontu asintió.

Eurionupis abrió la carta y trató de leerla, pero sus ojos eran incapaces de descifrar los pequeños signos; en realidad, apenas si veía ya formas borrosas con las que intentaba remedar la realidad a partir de sus recuerdos.

Finalmente, el niño Eurionupis reconoció a Senmontu y se acercó hasta el kiosco demandando ayuda:

—¿Eres tú, Senmontu? —dijo el muchacho, parpadeando, no demasiado seguro.

—Sí, soy yo.

—¿Puedes por favor leerme esta car…?

Senmontu no le dio tiempo a acabar la frase y le arrebató el trozo de papiro de las manos…

Y comenzó a leer en voz alta, aunque sin apenas dar crédito a lo que veía. Le explicó para empezar a Eurionupis que Senai se declaraba su amiga, que le agradecía su presente. Casi se le atragantan las palabras cuando leyó el siguiente párrafo:

—“Hace mucho que no te veo en privado, los dos solos, y mi alma languidece. ¿Cuando volveré a verte? He pensado que podríamos vernos dentro de unos días, cuando terminen las Fiestas de Dionisos. Tal vez junto al viejo embarcadero, a última hora de la noche, si te parece bien” —balbució Senmontu, mientras daba la vuelta a la carta, pensando que acaso se trataba de un error.

Eurionupis escuchaba cada frase arrobado, como si fuera un trinar de pájaros, como si llegase hasta sus oídos la melodiosa voz de la madre Hathor.

—“Senai saluda a su amigo Eurionupis y le desea Vida, Salud, Fuerza, y el favor de Osiris, rey de los dioses”— dijo Senmontu cuando terminó de leer la última línea, y luego calló abruptamente como si no pudiese añadir nada más de cosecha propia, tan anonadada se sentía.

Eurionupis le dio las gracias, maravillado, sin apenas dar crédito por su parte a lo que acababa de oír, recogió el rollo de papiro y se fue por el camino dando saltos de alegría sin ni siquiera despedirse, presa de una gran agitación.



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