La muerte salió de ronda by Raf Segrram

La muerte salió de ronda by Raf Segrram

autor:Raf Segrram
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 1964-04-30T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

Henry no pudo esperar más. Sin embargo, ante el temor de ser indiscreto, contuvo su deseo de buscar a Enna y rogó a su hermana que lo hiciese.

—No le digas que te envío yo —pidióle—. Se encuentra indispuesta y me suplicó que la dejase sola; pero tarda en volver y…

—Voy en seguida. Debiste advertírmelo antes.

Lizzie se encaminó, presurosa, a la habitación de su cuñada, para regresar a los pocos minutos con muestras de gran inquietud.

—¿Qué? —inquirió Henry, presintiendo algo desagradable.

—Enna no está en la casa.

—¿Qué dices?

—No la he encontrado en su habitación y la he buscado por todas partes con el mismo resultado.

El joven Swallow permaneció unos instantes sin saber qué decir ni qué pensar. Queriendo alentarle, su hermana sugirió:

—Es posible que, si como me has dicho, no se encontraba bien, haya salido a dar un corto paseo para que el aire la despejé.

—Sí, eso debe ser… Voy a buscarla. No digas nada a nadie.

Anhelante, recorrió los alrededores. De cuando en cuando la llamaba a media voz e iba alzando el tono a medida que se alejaba de la fiesta y escuchaba con ansia; pero su voz se perdía sin más respuesta que los mil ruidos pobladores de los campos en la noche.

Varias veces volvió sobre sus pasos para preguntar a Lizzie si la había visto. La contestación siempre negativa de la joven, quien, a su vez, no cesaba en su silenciosa búsqueda, iba llenándole de angustia el corazón.

Sin tener una idea fija de lo que se proponía realizar, ensilló su caballo favorito y lo sacó de la brida, procurando que nadie reparase en ello. Montó sobre él y deambuló, sin rumbo fijo. De pronto creyó percibir a lo lejos el ruido de un disparo; aquello no significaba nada, puesto que los tiros eran por allí muy frecuentes por cualquier motivo; mas, como no sabía a dónde dirigirse ni en qué basarse, guió su montura en aquella dirección.

Empezó a cabalgar sin prisa, pero, a medida que avanzaba, fue exigiendo mayor velocidad al noble bruto. Era como si un presentimiento le indujese a hacerlo: como si una voz ignota le revelase que seguía un buen camino.

Un jinete avanzaba en dirección opuesta a la suya. Lo descubrió cuando ya casi le tenía encima. Se cruzaron con rapidez y Henry no le miró siquiera: mas, el jinete —un viejo ranchero que acudía con retraso a la fiesta— le reconoció y deteniendo su montura casi en seco, le llamó a voz en grito. Oyóle Henry y se detuvo también, volviendo grupas.

—¿Qué te sucede, muchacho? ¿A dónde vas?

—Busco a alguien —repuso Swallow, elusivo.

—¿Ha sido algo anormal en tu rancho?

—¿Por qué me, lo pregunta?

—No sé… Será una tontería, pero… acabo de relacionar tu marcha desenfrenada y extraña en tu noche de bodas, con algo que he visto hace poco.

—¿Qué ha sido? ¡Hable en seguida, por favor!

—Pues… juraría que, a no mucha distancia, se ha cruzado conmigo un jinete que llevaba ante sí una mujer. Ella no iba muy a gusto, pues parecía forcejear. No me



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