La muerte pide el divorcio by Burton Hare

La muerte pide el divorcio by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Policial, Novela
publicado: 1965-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

El principal problema era el del chantaje, de manera que me lancé una vez más por la ruta de Pasadena, tan pronto oscureció, seguro de que por la noche encontraría a Greasley en casa.

Al llegar a las inmediaciones de la casa era noche cerrada. Había algunos coches estacionados en las cercanías, y un «Dodge» último modelo delante de la entrada al jardín. Me vi obligado a dejar el mío a alguna distancia y volví atrás sin apresurarme, repasando mentalmente lo que iba a decirle a Greasley, calculando la mejor manera de acorralarlo hasta hacerle perder el control de sí mismo…

Anduve a través del cuidado jardín, viendo las luces en algunas ventanas laterales, y pulsé el timbre todavía con la mente ocupada en mi inmediata actuación. Iba a ser una sesión movida, me dije.

Nunca en mi vida pude suponer cuán cierto iba a ser eso.

Se abrió la puerta de golpe y un hombre quedó enmarcado en el umbral. Mis ideas respecto a Greasley sufrieron un colapso al verlo, por cuanto no se parecía en nada al fulano cuya apariencia había imaginado gratuitamente.

Era un tipo cuadrado y macizo, con mandíbula de perro de presa, ojos pequeños y muy juntos, y manos velludas. Me miró por un momento y después se hizo a un lado.

—Entre —dijo con voz fuerte.

El cerró la puerta tan pronto la hube cruzado. No me dio tiempo a pronunciar una palabra, sino que me espetó con voz seca:

—¿Quién es usted? Sus documentos. Quiero verlos.

—¿Es usted Greasley?

—Las explicaciones más tarde. Ahora veamos sus papeles.

Comencé a perder la calma. El tipo grandote me sacaba de quicio con sólo verlo.

—Tiene usted unos modales de vagabundo, compadre —dije—. Empiece por responder a mi pregunta: ¿es usted Greasley?

Hundió la mano en un bolsillo interior de la americana y extrajo un pequeño estuche. Lo abrió y con un gesto rudo casi me lo estampó en la nariz.

—¿Tiene suficiente con esto? —rugió.

Yo tenía suficiente. Aquella chapa era mucho más de lo que hubiera podido desear aquella noche, ya que acreditaba a su poseedor como delegado del jefe de policía del condado.

—Okey— admití de mala gana. —Me llamo Bart Mallion. He venido en busca de Greasley para tratar un asunto privado con él.

Su rostro resplandeció.

—¡Qué le parece! —exclamó—. El mismo Mallion en persona. Y nosotros, torpes policías, preguntándonos dónde podríamos encontrarle… Entre, hermano. Me alegra mucho que haya venido.

—No entiendo nada de esto. ¿Pretende decirme que me buscaban?

—¡Y con qué interés! Vamos, hablaremos más cómodamente allá dentro…

Me empujó hacia la estancia que ya conocía. Todo parecía estar igual que en mi visita anterior, excepto que no pude ver a Leila por ninguna parte.

Sólo había dos hombres allí dentro. Uno de ellos era una réplica bastante aproximada al mastodonte que me había franqueado la entrada.

El otro no pasaba de una estatura normal, vestía con elegancia unas ropas de precio y tenía un rostro pálido y contraído por alguna fuerte emoción. Su barbilla hundida le daba un aspecto de debilidad, y sus labios exangües temblaban cuando clavó su mirada de perro apaleado en mí.



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