La maravillosa historia de Peter Schlemihl by Adelbert von Chamisso

La maravillosa historia de Peter Schlemihl by Adelbert von Chamisso

autor:Adelbert von Chamisso
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Cuento, Fantástico, Aventuras
editor: Hyspamerica
publicado: 1814-01-01T05:00:00+00:00


IV

Tengo que pasar rápidamente en mi relato por una época en la que con mucho gusto me detendría si pudiera conjurar con el recuerdo su imagen viva. Pero los colores que le dieron vida y que la podrían hacer revivir se han apagado en mí, y, cuando quiero encontrar en mi pecho lo que en otro tiempo tan poderosamente la exaltó, dolor, felicidad, irrealizable ilusión… golpeo inútilmente en una roca de la que no brotará agua viva y siento a Dios apartado de mí. ¡Qué cambiado me parece el tiempo pasado!… En aquel balneario debía haber representado un papel heroico, pero, como me lo tenía mal estudiado y era novato en la escena, me salí del papel y me enamoré de un par de ojos azules. Los padres, engañados por la representación, hicieron todo lo posible para asegurar deprisa el asunto, y la farsa vulgar terminó en burla. ¡Y eso fue todo, todo!… Ahora lo encuentro necio e insípido, y a la vez horrible que me pueda parecer así lo que en otro tiempo me henchía el pecho con tanto poder y abundancia. ¡Mina! Lo mismo que en otro tiempo lloré, cuando te perdí, lloro ahora por haberte perdido en mí. ¿Es que me he vuelto tan viejo?… ¡Oh triste sensatez! ¡Al menos un latido de aquel tiempo, un momento de aquella ilusión…! Pero no. ¡Solitario en el alto y desierto mar de tu amarga marea y al lado de la última copa de la que se escapa el champán Elfe[32]!

Había enviado por delante a Bendel con unos cuantos sacos de dinero para que me organizara en el pueblecito una casa con todo lo que necesitaba. Repartió allí mucho dinero y dijo algo vagamente sobre el noble señor al que servía, pues no quise decir mi nombre. Aquello hizo pensar a la gente las cosas más raras. En cuanto estuvo dispuesta mi casa, volvió Bendel para recogerme. Nos pusimos en camino.

Poco menos de una hora antes de llegar al pueblo, en una explanada llena de Sol, nos cerraba el camino mucha gente, vestida de fiesta. Se paró el coche. Se oyeron campanas, música y cañonazos, un fuerte «viva» rompió el aire. Junto a la puerta del coche apareció un coro de muchachas de excepcional belleza, pero que desaparecían como las estrellas de la noche con el Sol ante una de ellas, que se destacó separándose de sus hermanas. Su alta y delicada figura se arrodilló ante mí sonrojándose avergonzada y me ofreció una corona de rosas, olivo y laurel sobre un cojín de seda, mientras hablaba algo de majestad, honor, y amor, que yo no entendí, pero que embriagó mis oídos y mi corazón por su encantador sonido argentino… Era como si ya alguna otra vez hubiera visto aquella celestial visión. El coro empezó a cantar una alabanza a un buen rey y a la felicidad de su pueblo.

Y esta acogida, querido amigo, ¡en medio del Sol!… Ella seguía arrodillada a dos pasos de mí, y yo, sin sombra, no podía saltar el abismo y caer de rodillas delante de aquel ángel.



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