La llama y la flor by Kathleen E. Woodiwiss

La llama y la flor by Kathleen E. Woodiwiss

autor:Kathleen E. Woodiwiss [Woodiwiss, Kathleen E.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1972-01-01T05:00:00+00:00


7

Dos pequeños de color jugueteaban en el suelo, frente a la casa, cuando el carruaje se detuvo bruscamente. Al ver el rostro de Brandon, los niños se alejaron a toda prisa dejando un silencio sepulcral. De vez en cuando, sin embargo, podían oírse sus risas en una de las esquinas de la casa o al otro lado del porche. Luego se oyó un fuerte «chist» y un estallido de carcajadas. De la parte trasera de la casa, la voz estridente de un joven gritó:

—¡El señor Brandon está aquí! ¡Por fin ha llegado a casa!

Entonces, una voz femenina exclamó:

—¡Vaya! El chico ha regresado finalmente.

Unas pisadas en el interior de la mansión retumbaron en dirección a la puerta principal. Una multitud de niños empezó a surgir de sus escondrijos y los matorrales, hasta que una veintena de ellos se quedó contemplando el carruaje. La puerta se abrió repentinamente y una mujer enorme de color se precipitó hacia el porche, limpiándose las manos en el delantal. Miró hacia el carruaje con los ojos entornados.

—Vaya, señorito Jeff, ¿por qué se ha molestado en traer a casa a ese desperdicio de los muelles? —bromeó la mujer.

Brandon abrió la puerta del coche y bajó de un salto, sonriendo abiertamente.

—Hatti, vieja arpía, uno de estos días voy a retorcerte el cuello como te mereces —replicó.

La mujer soltó una alegre risotada y se apresuró a recibirle con los brazos abiertos. Brandon la abrazó con cariño, estrechándola con fuerza mientras ella reía. Cuando la soltó, la mujer recobró el aliento, aliviada.

—Vaya, señorito Bran, veo que no ha perdido usted fuerzas —observó la mujer—. Estoy segura de que uno de estos días me va a romper una costilla —añadió, intentando averiguar quién estaba en el interior del carruaje—. ¿Qué es eso que ha traído con usted, señorito Jeff? ¿Está intentando ocultarle algo a la vieja Hatti? Sáquela ahora mismo y deje que le eche un vistazo para saber de qué se trata esta vez, señorito Brandon. La última se apareció con ese toro de Bartholomew. Pero está claro que ahora no es ningún toro y puedo ver que no se trata de la señorita Louisa.

Mientras hablaba, Jeff bajó del carruaje y se volvió para ayudar a Heather. Sin apenas detenerse, Hatti continuó impaciente.

—Dese prisa, señorito Jeff, que estoy ansiosa por verla. Y salga de en medio; siempre fue un niño muy patoso para su edad.

Jeff se apartó con un brillo alegre en los ojos y dejó que la buena mujer echara el primer vistazo a la joven. Hatti estudió atentamente el rostro de Heather. Al cabo esbozó una sonrisa de satisfacción y comentó:

—Vaya, si no es más que una niña. ¿Dónde ha encontrado este bombón, señorito Bran?

Al observar el abultado vientre de Heather se puso seria. Luego se volvió hacia Brandon con una mirada grave y consternada, sin dudar ni por un segundo que él era el culpable. Empezó a interrogarle, prescindiendo esta vez de su nombre de pila.

—Señorito Birmingham, supongo que se casará con esta criatura —gruñó—; le necesita mucho más que la señorita Louisa.



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