La isla del terror by Jean Ray

La isla del terror by Jean Ray

autor:Jean Ray [Ray, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1973-04-01T00:00:00+00:00


V - EL SOLITARIO

¿Y Harry Dickson? ¿Es qué el gran detective quería mantenerse apartado de esta misteriosa aventura?

Tom Wills comenzaba a temerlo. No tenía noticias de su jefe puesto que no existía ningún medio de comunicación entre la isla y el resto del mundo, a no ser el barco que traía vituallas desde Glasgow y que no volvería antes de quince días. Pues ya hacía quince días que los pescadores habían abandonado la isla. Los demonios parecían haber hecho otro tanto; en efecto, la vida se desarrollaba con una tranquila monotonía.

Harvey Dorrington vivía el más hermoso de los sueños. Giovanna había recuperado lentamente la razón. Su historia ya no constituía un misterio. Tampoco se lo parecía a Dorrington su porvenir pues había encontrado la compañera soñada…

La mujer venida del mar ahora se ocupaba de la casa y se revelaba como un ama de casa hábil y atenta.

Slattercromby cazaba y proveía la mesa de las piezas más extrañas; había encontrado un excelente ojeador en Pollock, que no se apartaba de él. Sulkey languidecía a ojos vistas, y durante los últimos días no dejaba su habitación más que durante una o dos horas por la mañana, durante las que erraba por la triste mansión dominado por la fiebre.

Tom Wills pescaba, vigilando sin gran esperanza el vacío horizonte donde surgiría el barco que traería a su jefe.

Se lo encontró bruscamente al dar la vuelta a una línea de rocas cerca de la aldea abandonada por los pescadores, observando atentamente el agua tranquila de una pequeña laguna natural.

—¡Oh señor Dickson! ¡Oh jefe! —Fue todo lo que pudo decir el joven.

El detective le hizo un signo amistoso con la cabeza como si se hubieran separado hacía muy poco tiempo.

—Buenos días, Tom, ¿ve usted allá abajo algo?

Un poco extrañado, el joven no pudo responder inmediatamente; después observó.

—¡Nada en absoluto, jefe!

—Los ojos no solamente están para mirar, también tienen que ver, se lo he repetido muchísimas veces —respondió el jefe con malicia.

—Pues sólo veo hermosos colores irisados sobre el agua —dijo al fin el joven ásperamente.

—Muy bien, Tom. Muy bien visto. Por ahora es todo lo que se puede ver.

—¡Como si eso tuviera alguna importancia!

—Enorme, hijo mío, enorme, soy yo el que se lo digo, la solución del problema está ahí, en esos bonitos colores, como usted dice, irisados.

Tom Wills sacudió la cabeza; conocía el juego de los enigmas que a su jefe tanto le gustaba, y que siempre denotaba algún feliz hallazgo. Se puso a hacer la narración de los acontecimientos, pero el detective lo interrumpió.

—Todo eso ya lo sé, amigo mío.

—¿Cómo? ¡Pero si es imposible!

—Si imposible no es una palabra francesa, mucho menos lo es inglesa —señaló Dickson sonriendo—. Cinco días después de su partida para Cat-Rock, yo ya sabía bastantes cosas para poder abandonar Londres, y dirigirme a la isla Shere como turista, donde esperé pacientemente la llegada de los pescadores que abandonaron esta isla maldita.

—¿Entonces usted sabía con antelación que se produciría ese éxodo? —exclamó Tom Wills incrédulo.

—Era lo normal, hijo mío. Era preciso que fuera así.



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