La Iglesia que quiso el Concilio by José María Castillo

La Iglesia que quiso el Concilio by José María Castillo

autor:José María Castillo [Castillo, José María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T05:00:00+00:00


12. El papa que quiso el concilio

Lo primero que debe quedar claro, al tratar este punto, es que el Concilio quiso expresamente reafirmar la enseñanza del Concilio Vaticano I sobre la razón de ser, el poder y la finalidad del obispo de Roma, sucesor de Pedro, en la Iglesia. La afirmación del Vaticano II, en este sentido es muy clara: «Esta doctrina de la institución, perpetuidad fuerza y razón de ser del sacro primado del Romano Pontífice y de su magisterio infalible, el sagrado Sínodo la propone nuevamente como objeto firme de fe a todos fieles». (LG 18, 2). Con estas palabras, el Concilio no hacía sino repetir y presentar de nuevo, ante toda la Iglesia, la doctrina del Vaticano I, tal como se indica ya en el Proemio de la Constitución Pastor aeternus (DS 3050-3052).

Ahora bien, lo que quiso el Concilio, al repetir la doctrina del Vaticano l sobre el papa, fue afirmar con todo vigor lo que ya estaba dicho en el Proemio de Pastor aeternus, a saber: que la razón de ser del papado en la Iglesia es mantener la unidad en la fe y en la comunión. La formulación que hace el Concilio en este sentido es terminante: «Para que el episcopado mismo fuese uno sólo e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al bienaventurado Pedro, y puso en él el principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión» (unitatis fidei et communionis principium et fundamentum) (LG 18, 2). Más adelante, el Concilio amplía esta idea afirmando que el obispo de Roma es, mediante la «comunión» con los demás obispos, «el vínculo de la unidad, de la caridad y de la paz» (in vinculo unitatis, caritatis et pacis) (LG 22, 1). La misma idea se repite al explicar las relaciones de los obispos dentro del colegio episcopal: «El Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad». (LG 23, 1). Y no conviene olvidar lo que ya estaba dicho en el Proemio del Vaticano I: no se trata sólo de la unidad entre los obispos, sino además, y mediante los obispos, de la «unidad y comunión de toda la multitud de los creyentes» (credentium multitudo universa in fidei et communionis unitate conservaretur) (DS 3051).

Por lo tanto, lo mismo el Concilio Vaticano I que el Vaticano II repiten insistentemente que la razón de ser del papa en la Iglesia está en que él es el principio y fundamento visible de la unidad en la fe y de la comunión. Teniendo en cuenta que, en el lenguaje de la Constitución sobre la Iglesia, la «comunión» incluye ciertamente la «comunión de vida» (in communionem vitae) (LG 9, 2; 28, 4 y UR 14, 1; 17, 2).

Pues bien si la razón de ser del papa en la Iglesia es la que se acaba de indicar, esto quiere decir, ante todo, que la existencia del papa en la Iglesia no se justifica a partir de un principio jurídico, sino a partir de un fundamento teológico.



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