La Hora Del Ángel by Anne Rice

La Hora Del Ángel by Anne Rice

autor:Anne Rice [Rice, Anne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, General, Suspense, Historical, Suspense Fiction, Horror, Assassins, Angels, Occult & Supernatural
ISBN: 9788466645324
Google: 2XKtcQAACAAJ
editor: Ediciones B
publicado: 2010-01-01T23:00:00+00:00


6

El misterio de Lea

Era un tumulto grave, y atemorizador en apariencia, porque no todos los que participaban en él eran chusma ni mucho menos. Unos llevaban linternas y otros antorchas, y unos pocos cirios, y muchos llevaban ricas vestiduras de terciopelo y de piel.

Las casas a ambos lados de la calle eran de piedra, y recordé que los judíos habían construido las primeras casas de piedra de Inglaterra, por buenas razones.

Mientras me acercaba, oía la voz íntima de Malaquías.

—Los canónigos vestidos de blanco pertenecen al priorato de la catedral —dijo, mientras yo echaba una mirada a los tres hombres bien abrigados que estaban más cerca de la puerta de la casa—. Los dominicos se han reunido allí en torno a lady Margaret, que es sobrina del sheriff y prima del arzobispo. Junto a ella está su hija Nell, una niña de trece años. Son ellas quienes han acusado a Meir y Fluria de envenenar a su hija y enterrarla en secreto. Recuérdalo, Meir y Fluria están a tu cargo, y tú has venido aquí para ayudarles.

Había mil preguntas que quería hacer. Sólo contaba con el dato de que una niña tal vez había sido asesinada. Y de una forma muy vaga establecí la relación obvia: aquellas personas eran acusadas del mismo crimen que yo había cometido de forma habitual.

Me abrí paso en medio de la multitud, y Malaquías se esfumó y yo lo supe. Ahora era mi turno.

Era lady Margaret quien llamaba a la puerta cuando me acerqué. Iba maravillosamente ataviada, con un vestido ceñido de mangas amplias, orlado de piel, y encima un manto amplio forrado de piel y con capucha. Su rostro estaba húmedo de lágrimas, y su voz rota.

—¡Salid y responded! —decía. Parecía enteramente sincera y presa de angustia—. Meir y Fluria, os lo pido. Enseñadnos a Lea ahora mismo o explicadnos por qué no está aquí. No toleraremos más vuestras mentiras, lo juro.

Se dio la vuelta de modo que su voz fuera oída por toda la multitud.

—No nos contéis más historias fantásticas de que la niña ha sido llevada a París.

La muchedumbre emitió un gran rugido de aprobación.

Yo fui a saludar a los otros dominicos, que se acercaron al verme, y les dije entre dientes que era el hermano Tobías, un peregrino que había recorrido muchas tierras.

—Bueno, pues llegas en el momento justo —dijo el más alto y autoritario de los frailes—. Soy fray Antonio, el superior de este lugar como sin duda sabes si vienes de París, y estos judíos han envenenado a su propia hija por haberse atrevido a entrar en la catedral la noche de Navidad.

Aunque se esforzó en hablar en voz baja, arrancó de inmediato un sollozo de lady Margaret y de su hija Nell. Y muchos gritos y voces de apoyo de los que nos rodeaban.

La joven Nell estaba vestida de forma tan exquisita como su madre, pero parecía mucho más angustiada; sacudía la cabeza y sollozaba.

—Todo ha sido por mi culpa, por mi culpa. Yo la llevé a la iglesia.

De



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