La historia del mundo en 100 objetos by Neil MacGregor

La historia del mundo en 100 objetos by Neil MacGregor

autor:Neil MacGregor [MacGregor, Neil]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


Hoy la mayoría de los palacios abasíes, tanto en Bagdad como en Samarra, están en ruinas. Pero algunos de sus elementos se han conservado. En el Museo Británico tenemos unos pocos fragmentos de yeso pintado de las dependencias del harén de un califa abasí, que nos transportan al corazón del Imperio islámico del siglo IX y que nos muestran a las equivalentes reales de las muchachas de Las mil y una noches. Para mí, estos fragmentos tienen más magia que cualquier película. Constituyen una mirada fascinante a través de los siglos, y podrían inspirar perfectamente 1001 historias.

Todos estos pequeños retratos son probablemente de mujeres, aunque puede que algunos representen a muchachos. Se trata de fragmentos de pinturas murales más grandes, y nos retrotraen directamente al Irak medieval. En la propia Bagdad apenas se han conservado muestras arquitectónicas de esta gran época de gloria en torno al año 800 d. C., puesto que la ciudad fue posteriormente destruida por los mongoles. Pero, por fortuna, todavía podemos hacernos una idea bastante cabal del aspecto de la corte abasí, gracias a que durante casi sesenta años su capital se trasladó unos 110 kilómetros al norte, a la recién fundada ciudad de Samarra, y mucho de la antigua Samarra se conserva todavía.

A primera vista, no parece que haya mucho que ver en estos cuadros; de hecho, no son más que fragmentos de pinturas, y el mayor de ellos no es más grande que un CD. Están dibujados de una forma bastante simple, con contornos negros sobre un fondo de color ocre amarillo, y con sólo unas líneas incompletas para captar los rasgos. Pero hay motas de oro en la pintura que nos proporcionan una pista indirecta sobre su antigua opulencia. Como piezas arbitrarias de un rompecabezas, hacen que sea difícil adivinar qué aspecto debía de tener la imagen completa de la que antaño formaron parte. De hecho, ni siquiera todos son retratos; algunos de los fragmentos muestran animales y otros, trozos de vestiduras y de cuerpos. Pero los rostros que aquí aparecen tienen una personalidad definida; hay un claro aire de melancolía en esos ojos que nos miran desde su mundo recluido y distante.

Estos pequeños pedazos de yeso fueron excavados por los arqueólogos en las ruinas del palacio de Dar al-Jilafa, la residencia principal del califa en Samarra y el núcleo ceremonial de la nueva capital construida especialmente para él. El propio concepto del placer estaba incorporado en el nombre de la ciudad, que en la corte se interpretaba como una forma abreviada de Surra Man Raa, «quien la ve se deleita». Pero bajo esa apariencia de jolgorio discurrían siniestras corrientes subterráneas. La decisión, en el año 836, de trasladar la corte de Bagdad a Samarra se tomó para reducir las peligrosas tensiones existentes entre los guardias armados del califa y los habitantes de Bagdad; tensiones que ya habían desencadenado una serie de disturbios. Se pretendía que Samarra representara tanto un refugio para la corte como una base segura para el ejército del califa.

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