La hija ejemplar by Federico Axat

La hija ejemplar by Federico Axat

autor:Federico Axat [Axat, Federico]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-23T00:00:00+00:00


* * *

Veinte minutos después, Camila entraba en la cocina. Un exquisito aroma dulzón flotaba en el aire. Se acercó a Tim, que estaba de espaldas frente al fuego, y se detuvo a unos dos metros para no asustarlo. Parecía concentrado.

—¡Qué bien huele eso! ¿Puedo ver?

Él se volvió. Se había colocado el delantal.

—Claro, son unos espaguetis con salsa de remolacha y setas. Algo rápido y no demasiado elaborado.

—¿Remolacha? —dijo Camila con cierta alarma en su voz.

—¿Las tenías reservadas para algo? Las vi en…

—No es eso. —Camila se acercó, maravillada con los condimentos que nadaban en aquel burbujeante mar violeta—. Esas remolachas son de mi pequeña huerta.

Tim se tranquilizó.

—Excelente. No sabía que cultivabas tus propios vegetales.

Bobby, que seguía la escena echado debajo de la mesa, soltó un bufido.

—Se me da fatal —reconoció Camila. Se acercó a la sartén y llenó sus pulmones del inconfundible olor acre del ajo—. Esas remolachas fueron mi primer intento. Y probablemente el último. —Miró a Tim, señaló con el dedo el delantal y luego la preparación—. Tú eres un profesional.

Él sonrió.

—Mi padre trabajó en la cocina de varios restaurantes locales. Nunca estudió pero tiene un talento natural. Cuando yo era un crío a veces lo acompañaba los fines de semana; él me decía que yo era su ayudante y yo me tomaba el rol muy en serio. Así aprendí.

—Iré a buscar un buen vino blanco.

—Yo no bebo alcohol…

Camila se lo quedó mirando con expresión consternada.

—No hay una razón especial —se defendió Tim—. Es simplemente que no me gusta.

Diez minutos después estaban comiendo. Bobby los observaba, ahora desde muy cerca y con atención renovada.

—Esto es extraordinario —dijo Camila mientras se llevaba el segundo bocado a la boca.

—Me alegra que te guste.

Camila bebió un poco de vino y se quedó pensativa.

—No tengo productor, Tim —dijo ella de repente—. Mi productor de toda la vida me ha puesto como condición que deje este caso, algo que no estoy dispuesta a hacer.

—Oh, lo siento. Las puertas del Overfly están abiertas —dijo Tim, y se rio de su propia gracia.

Ella no rio.

—¿Sabes qué? Quizás…

Camila se detuvo en seco. Por encima del hombro de Tim captó un movimiento en una de las ventanas. Él se volvió al instante.

—¿Qué sucede?

Pero ella no lo escuchó. Caminaba como hipnotizada en dirección a la ventana. Al llegar confirmó lo que había creído ver: en medio del jardín había una figura de pie, mirándola con fijeza.

Su corazón dio un vuelco.



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