La hija del pescador by Molly Jackson

La hija del pescador by Molly Jackson

autor:Molly Jackson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela, Intriga
publicado: 2011-02-10T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 24

1965

Una pequeña auto-caravana verde transitaba por carreteras accidentadas traqueteando entre bache y bache, subía al máximo de su potencia empinadas pistas de montaña hasta que su pobre motor renqueaba quejumbroso y avanzaba con lenta alegría durante los tramos llanos del viaje. Todos se turnaban para conducir, excepto Shirley, que no tenía el carnet y, de todos modos, prefería ir sentada en la parte de atrás buscando música en un pequeño transistor. Cuando se perdía la señal, como solía pasar a menudo, se divertían cantando durante el trayecto.

—El paisaje es impresionante —dijo Johnny mientras rebasaban las montañas púrpura de las Tierras Altas de Escocia con la cima cubierta de nieve.

—Es increíble —observó Louise intimidada—. Nunca había visto nada igual. Es salvaje. Wiltshire, a su lado, es lo más tranquillo del mundo. ¿No os parece romántico?

—Es bonito, no está mal —apostilló Peter, que había adoptado un deje americano en honor a su estrella favorita del cine, Paul Newman—. Jo, estas montañas son la hostia, tío. ¡Esta última no se acababa nunca!

La pequeña furgoneta fue ascendiendo hasta que les pareció que ya no podrían seguir subiendo sin penetrar en las regiones nevadas de las cumbres. La carretera se niveló entonces, y ante ellos se desplegó una vista espectacular que disfrutaron antes de enfilar la sinuosa pista que descendía por el otro lado.

—Imaginaos lo que debe de ser esto en invierno —observó Johnny, que era quien iba al volante. Sacudió la cabeza para apartarse el flequillo que le caía sobre los ojos y poder ver mejor la carretera—. No me gustaría quedarme colgado en este lugar con un temporal de nieve que te impide salir de aquí durante semanas. Aquí nunca pasa nada, ¿sabéis lo que quiero decir? Es muy bonito si vienes de turista, pero yo me quedo con Birmingham.

Johnny era un chico de ciudad, sin duda alguna. Le gustaba salir de noche a bailar los últimos éxitos en el Plaza de Birmingham en compañía de chicas guapas y tomando un vodka que pasaba de tapadillo ante los gorilas.

—Ah, no. A mí me parece precioso. Creo que nunca me aburriría aquí —afirmó Louise—. Leí a sir Walter Scott y a Robert Louis Stevenson de pequeña y Escocia es tal y como había soñado.

—Sí, ya... ¿Soñaste también que estas tierras van a cargarse el motor de Trevor? Porque pinta mal el tema.

Louise suspiró y miró por la ventana. Johnny no tenía un espíritu romántico. Era atractivo y vestía con elegancia, además de tener un gran sentido práctico, pero no veía las cosas como ella. Louise entendía la magnificencia y la belleza a gran escala, y en ese paisaje resultaban sobrecogedoras. Era como si Escocia fuera una inmensa catedral natural construida para honrar la belleza de la Tierra.

—¡Eh! ¿Habéis visto eso? —preguntó Peter entornando los ojos tras unas gafas cuadradas de pasta negra—. Hemos pasado la señal de un pueblo.

—Bien, es un alivio —comentó Johnny—. Creía que tendríamos que recorrer ochenta kilómetros más antes de volver a la civilización. Y me refiero a un pueblo que cuente con algo más que cuatro casas y una barca.



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