la hermandad de la sabana santa by Navarro Julia

la hermandad de la sabana santa by Navarro Julia

autor:Navarro, Julia [Navarro, Julia]
Format: epub, mobi
publicado: 2009-12-17T19:23:57+00:00


28

Sofía no pudo ocultar su sorpresa cuando entró en el palco de D'Alaqua. Había enviado un coche a recogerla al hotel para llevarla a la ópera y allí, en la puerta, la estaba esperando para acompañarla al palco de Umberto D'Alaqua el ayudante del gerente del teatro. En el palco se encontraban el cardenal Visier, el doctor Bolard, otros tres hombres que reconoció inmediatamente, un miembro de la familia Agnelli con su esposa, dos banqueros, y el alcalde Torriani acompañado por su mujer.

D'Alaqua se levantó y la recibió con afecto y un apretón de manos. El cardenal Visier la saludó con una ligera sonrisa. D'Alaqua sentó a Sofía junto al alcalde y su esposa y el doctor Bolard. Él estaba sentado junto al cardenal.

Sintió que los hombres la miraban de reojo, todos menos el cardenal, Bolard y D'Alaqua, y ella sabía que estaba especialmente atractiva esa noche porque se había esmerado arreglándose.

Por la tarde había ido a la peluquería y había vuelto a Armani, esta vez para comprar un elegante conjunto de casaca y pantalón color rojo, un color poco utilizado por el diseñador. Estaba llamativa, espectacular, le habían asegurado Marco y Giuseppe.

La casaca tenía un escote sugerente y el alcalde no podía evitar desviar la mirada del señalado lugar.

Marco se sorprendió de que D'Alaqua no acudiera personalmente a buscarla y hubiera mandado un coche. Sofía entendió lo que quería decirle D'Alaqua con ese gesto: que no tenía ningún interés personal en ella, que sería una invitada más.

Ese hombre colocaba pesadas barreras entre ambos, y aunque lo hacía con sutileza no le dejaba margen para la duda. En el entreacto salieron al salón privado de D'Alaqua, y allí les sirvieron champán y unos canapés que Sofía no probó para no estropearse el maquillaje ni el carmín de labios.

—¿Le gusta la ópera, doctora?

El cardenal Visier la escudriñaba al tiempo que le hacía la pregunta.

—Sí, Eminencia. Pavarotti ha estado espléndido está noche.

—En efecto, aunque La Boheme no es su mejor ópera.

Guido Bonomi entró en el salón y saludó efusivamente a los invitados de D'Alaqua.

—¡Sofía, está bellísima! Siempre me sorprende su belleza aunque la haya visto el día anterior. Me pasaba cuando era mi alumna en la universidad y me pasa ahora. Tengo una lista de amigos impacientes por conocerla, y unas cuantas esposas celosas porque los prismáticos de sus maridos han estado dirigidos más tiempo hacia usted que hacia Pavarotti. Usted es una de esas mujeres que ponen nerviosas a las demás. Sofía se sonrojó. Los halagos de Bonomi le parecieron fuera de lugar. La trataba con frivolidad y eso le molestaba. Lo miró furiosa, seria, y Bonomi entendió el mensaje de los ojos verdes de Sofía.

—Bien, les espero para la cena. Eminencia, doctora, alcalde... D'Alaqua había observado la incomodidad de Sofía y se acercó a ella.

—Guido es así, siempre lo ha sido. Un hombre excelente, una eminencia como medievalista, con una personalidad digamos que demasiado exuberante. No se enfade.

—No estoy enfadada con él, sino conmigo. Me pregunto qué hago aquí, éste no es mi sitio.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.