La hechicera Sadira by Troy Denning

La hechicera Sadira by Troy Denning

autor:Troy Denning [Denning, Troy]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1992-04-23T04:00:00+00:00


11

Una marcha repentina

Sadira notó cómo alguien le quitaba la capa que había estado utilizando como manta; luego una mano áspera empezó a tirar de su vestido. La muchacha abrió los ojos y se encontró con Huyar inclinado sobre ella sujetando un arrugado pedazo de tela azul empapada de sangre. Detrás de él se veía a una docena de elfos con los verdes rayos del amanecer cayendo sobre sus hombros. Dos de los guerreros sostenían entre ambos el cuerpo sin vida de Gaefal.

—¿Qué es lo que haces? —inquirió Sadira, intentando sentarse.

Huyar la obligó a tenderse otra vez sobre el banco, agarró el vestido y colocó junto a él el pedazo de tela. El olor a sangre reseca inundó la nariz de la hechicera.

Un nudo de terror se formó en el estómago de Sadira.

—¡Apártate de mí! —aulló, empujando la mano del elfo.

—¡Es el mismo color! —chilló Huyar, apretando el andrajo ensangrentado contra el rostro de Sadira.

—¿Y eso qué? —quiso saber Magnus. Se abrió paso por entre los elfos situados detrás de Huyar y arrancó al enfurecido elfo del lado de Sadira—. Déjala en paz.

—Encontré esta tela en la herida que mató a mi hermano —explicó Huyar, levantando el pedazo de ropa para que Magnus lo pudiera ver.

Sadira agarró su morral y se puso en pie, temiendo tener que hacer uso de la magia para defenderse.

Sin soltar a Huyar, el cantor del viento tomó el pedazo de ropa y lo colocó frente a uno de sus negros ojos.

—Esta tela está tan manchada de sangre que es imposible decir de qué color es.

—Hay azul en los extremos —dijo Huyar. Señaló el vestido de Sadira—. El mismo azul que ella lleva ahora.

—He visto un millar de túnicas de este color —repuso Magnus quitándole importancia.

El cantor del viento hizo intención de introducir la ensangrentada tela en el bolsillo, pero Huyar se la arrebató y volvió a acercarse a Sadira.

—Entonces veamos si concuerda con el pedazo roto de su cuello —anunció, estirando el pedazo.

—Concuerda —respondió Sadira al comprender que no haría otra cosa que levantar sospechas si intentaba evitar que Huyar comprobase el desgarrón—. Pasaba junto al barrio de los bardos cuando vi a ese joven que salía tambaleante por la puerta —explicó, señalan-o a Gaefal—. Me detuve y vendé su herida, pero murió de todas formas.

—Rhayn y yo la encontramos no muy lejos de allí —-corroboró Magnus, frunciendo el hocico de dientes prominentes en lo que podría haberse tomado por una sonrisa de aprobación.

—Lo que lamento es no haberlo reconocido como un Corredor del Sol —añadió Sadira—. Os habría hablado de él antes.

—¿Qué crees que estaría haciendo Gaefal en el barrio de los bardos? —preguntó Magnus, soltando por fin a Huyar—. ¿No nos ha advertido siempre Faenaeyon que dejemos en paz a los bardos?

La estratagema del cantor del viento casi funcionó. Los guerreros empezaron a discutir los motivos que el joven podría haber tenido para penetrar en lugar tan peligroso. Incluso Huyar cayó en un pensativo silencio.

Por desgracia, el guerrero llegó a una conclusión equivocada.

—Sólo existe



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